domingo, 23 de agosto de 2009

No importa lo que haga, el pasado es siempre lo q puebla mis pensamientos.
A veces me cuesta creer que hubo una epoca en que verdaderamente fui feliz. Junto a ti.
Me cuesta creer que existio un tiempo en que lo unico q faltaba para estar bien era hacerte reír,
o correrte ese mechón de pelo rebelde q siempre encuentra su camino a tu boca mientras hablas.
Tus ojos lanzando destellos mientras me miras, porque yo dije alguna estupidez q te parecio graciosa,
quizas no lo suficiente como para reirte, sino tan solo para mirarme,
de aquella forma que hace que mi corazon se acelere.
O verte dormir, casi palpando la belleza extraordinaria que te envuelve.
A veces es tan difícil creer que ese tiempo existio, que me senti asi.
Y en algunos momentos me parece que esa epoca esta solo a un palmo de distancia,
casi al alcance de la mano, y que si pudiera rodearte con los brazos o tocar tu mejilla,
podria transportarte a un futuro diferente donde no existirían el dolor ni la oscuridad ni las opciones amargas.
Bueno, todos hacemos lo que podemos, y eso debe bastarnos...
y si no nos basta, debemos resignarnos. Nunca nada se pierde... nada que no se pueda volver a encontrar.
Quizas si...

Tiempo atras

Despiertas, solo en tu casa, solo en tu cama, casi esperando encontrarla al lado tuyo, observandote, siempre observandote con aquellos enormes ojos suyos, verdes como la mas tierna brizna de hierba, luminosos en la oscuridad de la habitación, vives, mueres y vuelves a vivir dentro de ellos. Te giras, y es tanto el deseo, que sientes su mano cerrandose en torno a la tuya de forma cariñosa, sus labios susurrandote al oido que todo esta bien. Que todo esta bien y que todas las cosas terminaran bien. Sientas que la alegria te colma y crees sus palabras, pero nada esta bien, solo es un sueño. Y ya no ves aquellos ojos cuando despiertas en la noche, siempre mirandote, como si hubiese pasado la noche entera solo viendote dormir. Ya no sientes su mano alrededor de la tuya ni sus cariñosos susurros. Pronto hasta su rostro pierde fuerza en tu mente, sus rasgos se empiezan a desdibujar y olvidas el saludable color rosado de sus labios. Te quedas en tu cama, mirando el techo, ya no puedes dormir y lo unico que haces es verla en tu cabeza, su rostro difuso pero sus ojos todavía claros en tu mente, mirandote con cariño. Siempre mirandote, como si fueras la ultima persona en el planeta. Quieres hacerla reir otra ves, conversar con ella, acariciar su rostro y besar sus labios. Pero ya todo se acabo, asi que te quedas en tu cama el resto de la noche y revives los buenos momentos una y otra ves, hasta que se desgastan, y todo parece ser una mala copia de algo que ya ni recuerdas, hasta que lo unico que queda de ella es su rostro difuso en la oscuridad de tu mente. Solo un recuerdo, solo un hombre aferrandose a un amor moribundo, tratando de luchar contra inexorable paso del tiempo, el maldito tiempo que borra todas las cosas y pierde todos los detalles.

Quema

Abre los ojos.

Esa voz, inundando su aturdida cabeza, llenando su ser con una fuerza extraordinaria, levemente femenina, cargada de hermosos matices, profunda y deliciosamente melodiosa. No la escuchó precisamente en sus oídos, sino que parecía retumbar en el lado apartado de su cerebro, allí donde los sueños y esperanzas descansan. Como si de alguna forma se hubiese colado alguna clase de ser maravilloso en su cabeza y ahora le estuviese hablando desde dentro de ella.

Una fresca frisa acarició su rostro, a medida que emergía de la inconciencia que le había embargado, comenzó a sentir más cosas. Una cálida sensación recorriendo su cuerpo, el salado olor del mar, cargado con todos los aromas característicos del océano, el sonido del agua rompiendo contra alguna pared, fiero e indomable, el leve pero presente susurro del viento a través de las hojas de los árboles. Las sensaciones parecían ir y venir en vaivenes, como si estuviera despertando y durmiéndose al mismo tiempo, aún así, la voz en su cabeza se mantenía firme y estable, llenando su ser, completando de alguna forma esa parte de sí mismo que necesitaba ser completada con desesperación, parte de si mismo que ni siquiera sabía que existía.

Abre los ojos.

Igual de hermoso, pero esta vez con un leve matiz de urgencia, un poco más ruda, quienquiera que fuera la dueña de esa voz, parecía necesitar que abriera sus ojos, y la cuestión era que estaba tratando, con todas sus fuerzas, pero sus ojos no se abrían, sus malditos parpados se negaban a hacerle caso.

Quería ver el mar, hermoso como obviamente debía ser en este tipo de sueños, porque esto tenía que ser un sueño, no recordaba haberse acostado al aire libre cerca de alguna playa la noche anterior. Quería observar los árboles danzar al caprichoso son del viento costero, pero más que nada, quería hacer lo que aquella voz le estaba pidiendo que hiciera, quería que ese matiza urgente y duro abandonara su melodiosa voz.

Trató una vez más con todas sus fuerzas, pero fracasó nuevamente. Consiguió moverlos solo un poco, lo suficiente como para vislumbrar los dorados rayos del sol en el azul del cielo. Descansó por un par de segundos, aunando fuerzas, y trató una vez más, y fue más fácil, consiguió abrirlos e incluso mantenerlos abiertos por un par de segundos, y lo que vio le dejo sin aliento. Alcanzó a ver un cielo azul profundo, en el que perezosas nubes se dirigían lenta y ordenadamente hacia el oeste, una enorme bola dorada suspendida en el. Se encontraba recostado en un claro rodeado de árboles y alta hierba a los lados, un par de cientos hacia su derecha, la hierba terminaba abruptamente y comenzaba la arena, fina y dorada, y más allá el mar mas azul que jamás había visto en su vida, el agua clara y resplandeciente no parecía afectada por la contaminación ni los embates del hombre, no se advertían barcos en la distancia ni basura enterrada en la arena, era maravilloso.

Se asustó, por la belleza del paisaje, por lo fuerte que eran los aromas, porque el lugar no parecía haber conocido la cruel mano del ser humano, porque definitivamente no estaba donde se había acostado la noche anterior. Pero lo que lejos más le asustó fue que la dueña de aquella hermosa voz parecía no estar en ninguna parte.

Sus ojos se cerraron en contra de su voluntad.

Descansó un par de minutos, reuniendo fuerzas para que la próxima vez que los abriera los muy malditos se mantuvieran de esa forma. Los segundos pasaron, se fundieron en minutos, y el tiempo corrió lento y perezoso.

Trató de mover su cuerpo, sus dedos respondieron casi al instante, pero sus pies y brazos se negaron rotundamente, comenzó a abrir y cerrar las manos para pasar el tiempo, movió levemente los brazos y después de un gran esfuerzo logró flexionar un poco las rodillas. Con cada movimiento que hacía, sentía como si miles de agujas se clavaran en su carne, aunque no sintió tanto dolor así como incomodes.

Abrió los ojos nuevamente y esta vez se quedaron de esa forma, el sol lo deslumbró un poco, pero no pudo protegerse con sus inútiles brazos, así que se quedo mirando el brillante paisaje con los ojos entornados hasta que se acostumbró a la nueva luz. Su cuerpo respondía con una lentitud que le exasperaba, calculó que al cabo de media hora podría moverse libremente.

Estaba asustado, aterrorizado mejor dicho. No tenía ni la menor idea de donde estaba, como había llegado allí o que le había ocurrido, nada. Y la dueña de aquella voz no estaba en ningún lado para ser encontrada, estaba solo en un lugar desconocido, sin saber donde ir ni que hacer. Puta suerte la mía, pensó desesperado.

Así que esperó, observando todo cuanto le era posible, a pesar del miedo que sentía no podía evitar sentirse maravillado por todo lo que le rodeaba, nunca había visto un verde tan vivo en el follaje de los árboles ni sentido una brisa tan reconfortante como la que sentía ahora, la belleza del mar captaba su atención a ratos, y sus ojos se desplazaban inconcientemente hacia el a cada momento.

El metálico graznido de una gaviota captó su atención, aparentemente salido de la nada, o solamente fuera de su campo de visión. Un batir de alas solitario, un rugido apagado, y de nuevo un graznido, solo que esta vez cargado de dolor y sorpresa. No sabía que se había devorado a la pobre ave, ni le importaba mucho, siempre y cuando la maldita cosa se mantuviera alejada de él.

Contó mentalmente hasta que calculó que habían pasado un par de minutos, quizá el tiempo suficiente para intentar mover su cuerpo, intentó, apretando los dientes ante el dolor que sintió, parecía tener agujas en cada rincón de su cuerpo, se clavaban en su carne haciéndole gemir, al cabo de un par de segundos se rindió y se recostó nuevamente en la hierba, obligándose a esperar. Esperó otro par de minutos, tomó aire y lo intento otra vez, y esta vez su cuerpo le respondió con sorprendente facilidad, las agujas ya casi habían desaparecido de su cuerpo, solo quedaban algunas en sus piernas, que más que dolorosas eran molestas. Se incorporó lentamente y consiguió por fin ponerse de pie.

Lo primero que hizo fue inspeccionar el área en busca de la gaviota y, más importante aún, de su predador, no encontró nada excepto un par de plumas blancas como la nieve, suspendidas entre las ramas de un arbusto.

Comenzó a caminar en dirección al mar, quería sentir la fina arena dorada bajo sus pies descalzos, el agua correteando entre sus piernas. Apuró el paso, haciendo leves muecas cuando las agujas se hundías hondo y más hondo en la carne de sus piernas que le hacían moverse con dificultad y convertían algo tan sencillo como trotar en algo mucho mas complicado, trastabilló y se fue de bruces, se golpeó con una piedra que sobresalía de la tierra, y la cabeza le dio vueltas. Se quedó tendido allí unos minutos, maldiciéndose por torpe, su cabeza gritando en agonía a cada latido de su corazón. Al cabo de unos momentos, el deseo de sentir el mar, nadar en sus azules aguas, fue mucho para él, así que terminó por levantarse y comenzó a caminar otra vez, solo que ahora de forma lenta y cuidadosa. Cuando finalmente llegó, fue todo lo que había imaginado, y mejor, arena tibia y agradable al tacto, el agua fresca y deliciosa. Siguió caminando hasta que el agua le llegó más arriba de la cintura, en algún momento miro hacía abajo y vio extraños peces correteando entre sus piernas, de formas y colores nunca antes vistos por él.

Vete

Esa voz otra vez, se gira tan rápidamente que algo cruje levemente en su cuello, y allí está, tan solo a un par de metros de él. En su campo de visión aparece un rostro encantador, cincelado por un escultor perdidamente enamorado, con delicados trazos que casi parecen caricias. No puede moverse y apenas es capaz de respirar por la sorpresa. La mujer le sonríe con ternura y un dejo de impaciencia. Inteligencia, humor y ternura resplandecen en aquellos ojos verdes con la fuerza de mil soles, le encandilan y al mismo tiempo se siente enamorado, el corazón le vuelve a martillear en su pecho y en su cabeza, pero esta vez los latidos son dulces. Ella parece advertir su estado de ánimo y sonríe, una sonrisa que ilumina su rostro y le enriquece los labios, se pregunta como sería besar esa boca y siente las rodillas flojas. Viste una sencilla túnica blanca de algodón, su cabello es del tono dorado de la miel virgen derramándose de un panal roto, hondea y lanza destellos de oro en la brisa costera. Trata de acercarse, pero se siente desilusionado y profundamente triste cuando ella retrocede a su paso, de pronto el mar se alza embravecido y una ola impacta contra el, lo último que ve antes de caer y ser succionado por el agua es a ella, ahora no tiene sonrisa, aunque de todas formas es la mujer más bella que jamás haya visto, en ese momento siente que su belleza es solo una pequeña parte de ella, le aterra pensar que no sabrá que es el resto. La tristeza inunda su rostro y una solitaria lágrima se desliza por su mejilla.

Cae y traga litros de agua salada mientras pugna por tratar de levantarse, cuando por fin lo logra, ella ya no está.

Vete, ella otra vez pero tan solo en su cabeza, la palabra flota en el aire y parece estirarse hasta que se convierte en un chillido insoportable. No quería irse, de pronto le encantaba ese lugar, la fresca brisa, el mar y por sobre todo, ella, tenía que encontrarla, al menos intentarlo. Era como el paraíso con el que siempre soñaba cada vez que se iba a dormir en su mugre de departamento, convenciéndose a si mismo noche insomne tras noche insomne que algún día lo lograría, que todo el mundo las ve negras en algún momento de sus vidas, lo más cerca que había estado de semejante paraíso era el calendario en su pequeño cubículo con una foto del caribe en un lado y los días del mes por el otro ¿Irse? Que va.

Vete, ¿había notado un dejo de impaciencia en su rostro cuando la vio por primera y última vez? No estaba del todo seguro, pues había estado muy embelesado como para fijarse en esa clase de nimiedades. Pero, ¿notaba ahora el dejo de impaciencia en su voz? Pues claro que sí, impaciencia… y algo más. Miedo, tal vez.

Y fue en ese mismo momento que lo sintió, el calor, la temperatura debía de haber aumentado 5 grados en apenas treinta minutos, demasiado calor, el agua ya no estaba fría y fresca, sino que caliente y pegajosa, no sabía como explicar esto pero el agua parecía haber ganado densidad hasta el grado de tener la consistencia del fango, lo cual hacía que su carrera desesperada hacia la orilla se volviera lenta y trabajosa. De pronto, por todos lados comenzaron a emerger los peces que hace tan solo un rato había visto nadando juguetones entre sus piernas, la superficie del mar se llenó de peces muertos, flotando en el calor abrasador, con los gelatinosos ojos hirviendo en sus propias orbitas.

El cielo y el mundo en general parecían estar oscureciéndose, a pesar de que el sol apenas se había movido de su posición original. Avanzó todo lo rápido que sus estúpidas piernas y la viscosa agua le permitían, el maldito océano amenazando con botarlo a cada ola.

Llegó a la playa y en ese momento deseó haberse despertado con zapatos en ese sueño visión o lo que fuera, la arena estaba condenadamente caliente, escuchó un leve chisporroteo y con una mueca de dolor y asco comprendió que habían sido las plantas de sus pies quemándose.

Vete.

Si, obviamente ahora entendía el mensaje, y estaba ansioso por cumplir su parte, pero ¿adónde iría? No tenia idea de cómo había llegado allí, así como tampoco tenía idea de donde estaba ¿adonde correr cuando todo el puto mundo se caliente como un maldito horno? De todas formas corrió, como alma que lleva el diablo, corrió hasta que le pareció que su corazón iba a estallar y su sangre parecía ácido en sus venas. Corrió hacia el único lugar que conocía por aquellos parajes, el claro en el que había despertado. Ante sus incrédulos ojos, su paraíso se esfumo con la misma rapidez con la que se extingue un fósforo en medio de un vendaval. Los árboles se prendían en llamas a su paso, a sus espaldas le llegaba un incesante gorgoteo, el sonido que hace el agua al hervir, se dio vuelta lo suficiente para ver al mar agitándose burbujeante, evaporándose en enormes y nauseabundos vahos de neblina. Las aves caían en llamas del cielo que ahora mostraba un extraño color violeta, de las colinas se elevaban enormes columnas de humo y los insectos caían incinerados en el acto ante la ola de calor. Un incandescente fluía perezosamente a su lado, desprendiendo rayos dorados y arrasando con toda la vida a su paso.

Respirar quemaba, cada inspiración abrasaba su garganta y secaba sus pulmones, el calor le cubría y le sofocaba, impidiéndole respirar, la esperanza de salir vivo de aquella ya le estaba abandonando cuando lo vio, una forma verde en medio de todo lo anaranjado y el calor, la silueta de un cuerpo humano se vislumbraba allí, y el fuego parecía mantenerse alejado de ella. Echó a correr pisando la tierra incandescente y los restos a medio quemar de un árbol, aulló de dolo. Pero todo era justificado, si lograba llegar a ese claro quizás se salvara, a lo mejor un portal se abriría succionándolo hacia su propio y miserable mundo ¿quién lo sabía? Desde luego el no.

Una lunática sonrisa decoró su rostro cuando pegó el salto más grande su vida y aterrizo en la hierba fresca que de alguna forma se había conservado viva. Cerró los ojos y su sonrisa comenzó a borrarse cuando comprendió que nada pasaba, ni nada pasaría, el Apocalipsis no se detuvo, nada pasó, no fue teletransportado de vuelta a su departamento por arte de magia. El calor y el fuego siguieron allí, y no solo eso, sino que se intensificaron. Poco a poco el verdor se fue consumiendo, la última protesta de un mundo que se extingue en fuego y oscuridad. El calor le envolvió, implacable, cortándole la respiración y haciéndole lagrimear los ojos. Cerró los ojos, no tenía ninguna intención de ver como su piel se enrojecía para luego llenarse de ampollas, ciertamente tampoco no quería sentir el olor.

Comenzó a alejarse, el crepitar del fuego se escuchaba sofocado ahora, incluso el dolor disminuía. Se hundió en la oscuridad con el aroma a carne quemada inundando sus fosas nasales. Su carne. Quemándose.



miércoles, 20 de febrero de 2008

El hombre corria y corria. Vestido con ropajes que ahora bien pasarian por harapos, el desgarro en el pecho de su camisa dejaba al descubierto numerosas heridas y rasguños superficiales. La sangre que fluia abundantemente de su muslo empapaba sus pantalones azules hasta hacerlos parecer negros. corria como un poseso por las callejas oscuras y abandonadas de la ciudad, a lo lejos podia escuchar el ruido amortiguado de los aviones llegando al aeropuerto. Y sirenas, sirenas en la oscuridad. lo mas probable es q estuvieran ya detras de el. En el cielo, las nubes se arremolinaban amenazadoras, cargadas de lluvia. medio loco por el horror y la verguenza de lo que habia hecho ni siquiera veia donde pisaba, cayo una y otra vez hasta despellejarse las manos, la tercera vez que cayo, dos uñas se despredieron como papel adhesivo, aullo ante el dolor lacerante y por un momento temio que fuera a desmayarse. Se levanto trabajosamente y el mundo parecio oscilar ante el, sus ojos estaban opacos y sin el brillo caracteristicos de los vivos, ojos de condenado, o quizas los ojos de alguien que ha mirado mucho tiempo a la oscuridad y ya empieza a ver las cosas que se arrastran dentro de ella, de cualquier forma, eran ojos que helarian la sangre de cualquier persona.
Tres horas antes habia llegado a su departamento en las afueras de la ciudad, unas 2 horas antes de lo que acostumbraba. la verdad es que no estaba seguro ni de su nombre, asumia demasiados en las multiples realidades que vivia producto de su locura. Hace mucho ya que estaba perdiendo la chaveta, nunca fue una persona normal pero tampoco tuvo experiencias traumaticas que pudieran justificar su estado. Vida, costumbre o algun elemento genetico. La verdad es que no importaba, esa era su vida y la aceptaba, a veces incluso se divertia con sus alucinaciones. Hace un par de años que se habia casado, su esposa no era una gran maravilla, poco agraciada y con un coeficiente intelectual que haria enrojecer de verguenza a sus intelectuales padres, pero la amaba, a su muy extraña manera. La matriz defectuosa de su esposa habia engendrado un solo hijo, abyecto y maligno, que murio al cabo de 2 meses, lo lloraron un par de dias y ahi quedo el asunto. Supo que fue lo mejor. el hijo de un loco y una deficiente parecia una cruel broma del destino. Asi que asi siguio su vida, levemente conciente de lo que pasaba a su alrededor, lo suficientemente avispado como para que nadie se diera cuenta de su "condicion", mas de alguna vez penso que la evidente estupidez de su esposa no ayudaba en ese aspecto. En todo caso, poco importaba si alguien queria meterlo en una pieza acolchada, les dejaria, en su mente tenia suficientes mundos para entretenerse hasta que muriera.
Subió las escaleras lentamente, saboreando los rayos del sol que se colaban por los altos ventanales, sus ojos ya tenian esa cualidad opaca, como un vidrio empañado, pero no tan evidente como seria en un par de horas más. A mitad de camino se quedo de piedra, a veces eso le sucedia, su mente escapaba y su cuerpo ya no podia realizar las funciones motoras, sus ojos perdieron el leve brillo y por un momento se convirtieron en los ojos del condenado, un reguero de saliva caia desde su boca hasta la camisa. Menos mal que no tenía ganas de orinar. sintio al edificio vivo a su alrededor, las paredes respiraban, un profundo estertor que parecia acunarlo y susurrarle palabras cariñosas en su oido, palabras que un amante susurraria a su pareja en la intimidad, con el aroma del sexo todavia flotando en la habitacion. Sintió que su cuerpo flotaba en algun liquido extraño y delicioso, era parte de el y este le nutria y lo mecia con suavidad.
De pronto, la contextura rugosa del hormigón se torno lisa y tersa, y el depresivo color gris de las paredes se volvio del color rosado de la piel, pero este era un rosado enfermizo y extraño, como si el dueño de aquella piel tuviese fiebre y padeciera un serio caso de gripe. Grandes bocas de afilados dientes comenzaron a aflorar alli, gruñian y lanzaban feroces dentellandas al aire. Sin apenas inmutarse, observo como empezo a manar sangre de aquellas bocas, regueros de liquido carmesí y enormes coagulos con tejidos extraños que le hicieron recordar el parto de su esposa, se aglutinaban y caian al suelo entre repugnantes gruñidos y gemidos. El agudo grito de un bebe rompio el hechizo por un momento, sus ojos se dilataron hasta que parecieron negros y su boca se cerro con un fuerte ruido, el miedo se reflejo en sus facciones, miedo, porque recordo cuando habia escuchado por primera vez aquel llanto de bebe, no de un bebe sano que llora porque lo han sacado a la fuerza de su comoda estancia para tirarlo a un mundo de mierda, no, aquel era un llanto cargado de maldad, recordo como un escalofrio habia recorrido su espalda, como un viento helado cargado de malos presagios habia azotado su rostro, las sombras parecieron espesarse y volverse extrañamente vivas. Ese era el llanto de su hijo. Habia muerto, pero ahora volvia para llevarse tambien a su padre. La pared justo enfrente suyo parecio hincharse como el vientre de una embarazada y rapidamente una de aquellas bocas se abrio en su maxima capacidad y una amorfa figura cayo al suelo con un plaf, seguido de un torrente de sangre negruzca mezclado con placenta y tejidos putrefactos, el olor de la muerte inundo el mundo, no el olor de una cosa muerta, sino que el aroma a Muerte, que viene a saldar viejas cuentas. Quiso adelantarse y pisar aquel pequeño craneo hasta dejarlo reducido a papilla y patear su cuerpo decapitado a todo lo largo y ancho de la escalera, pero no pudo mover ni un músculo, como un conejo que se queda mirando las luces del automóvil que va a acabar con su vida, el miedo le paralizo. Contemplo con horror como aquella cosa se movia y levantaba su pequeña cabeza para dejar al descubierto un rostro asexuado, completamente calvo, con rendijas en lugar de nariz, su boca decorada con una infinidad de pequeños dientes afilados, una ves habia visto una piraña, y aquella boca se parecia mucho al hocico de aquel pez, sus ojos eran demasiado grandes y parecian salirseles de las orbitas, eran amarillos, no su iris, sino que el globo ocular completo, y manchas de color mas oscuro se arremolinaban continuamente en su superficie. El ser se puso de pie con sorprende rapidez, le miro a los ojos y hablo.
-Papá-su voz le recordo a pequeñas patas correteando sobre un cadáver hace mucho tiempo olvidado. Se adelanto hacia el hombre con los brazos estirados, como esperando un abrazo. Trato de huir, pero era como si estuviese clavado al piso, aquella criatura se acerco con lentitud, saboreando el momento de la reunion, su boca se abria y se cerraba espasmódicamente, dos metros, ahora solo uno, el olor corrupto y malsano parecio intensificarse, un aroma a mierda y corrupción humana, el olor de los sueños quebrados y las mentes destruidas, quemo sus fosas nasales y los pocos cables que si estaban bien conectados en su cerebro hicieron corto circuito. El mundo oscilo y las cosas parecieron perder solidez, incluso se olvido de aquel pigmeo carnivoro que se acercaba a el de forma inexorable. Las sombras que se formaban en las esquinas parecieron espesarse y expandirse, se agitaron como si fueran algun liquido espeso y pequeños seres negros empezaron a salir de ellas, reptaban sobre el suelo color carne y enormes ojos blancos y ciegos bailaban de un lado a otro dentro de las orbitas, buscando a su presa. La criatura, su hijo, ya estaba sobre el, podia admirar cada pústula y llaga infecta en aquel rostro de pesadilla, el pequeño cuerpo irradiaba un calor sorprendente, era como estar de pie al lado de un horno industrial, los vellos de sus brazos se erizaron y comenzaron a arder, su cabello tambien se empezó a quemar, su vision se duplico y después se triplico a medida que las lagrimas afloraban en sus ojos. El ser le abrazo y sus pequeñas manitos terminadas en garras se clavaron en sus muslos, el fuego fluyo, del hijo al padre hasta que sus pieles se fundieron en una y quedaron finalmente unidos, el aroma putrefacto fue remplazado por el olor de carne asada. Dos gritos, extrañamente iguales, se elevaron en medio del crepitar de las llamas.
Salio de su ensoñacion lentamente, como si estuviera nadando en miel, sentia sabor a sangre en la boca, escupio y comprobo que, en efecto, se habia mordido la lengua en algun momento, ni recordaba haber sentido dolor. Siguió subiendo las escaleras como si nada hubiese pasado.
Su departamento se encontraba en el quinto piso del edificio, termino de subir las escaleras y salio al pasillo, dejo atrás seis puertas con sendos numeros dorados en medio de ellas y doblo a la izquierda, el suyo era el ultimo en ese piso. Saco las llaves, unidas a un pequeño llavero de imitación de cuero con las letras LC bordadas en rojo, se quedo mirando las letras pensando que nunca antes las habia visto, esto era verdad hasta cierto punto, si las habia visto antes, solo que no se acordaba. Se dijo a si mismo que a lo mejor aquellas letras fueran sus iniciales, podrian haberlo sido ¿Quién lo sabia? Desde luego que el no. Dejo de meditar en asuntos sin importancia, la cabeza le zumbaba y sentia los ojos hinchados, el mundo se veia extraño, ajeno a el, como si lo estuviese viendo a traves de la televisión. Introdujo las llaves en la cerradura y abrio la puerta. Su esposa no estaba. Quizas se ha ido, penso sin demasiada esperanza. Cruzo el comedor y entro en la cocina, se sirvio un poco de jugo de naranja y enfilo hacia su habitación, queria tomar una siesta, estaba cansado y los parpados se le cerraban solos. Su cabeza no habia tocado aun la almohada y ya estaba durmiendo.
Cuando volvio en si, el sol se estaban ocultando detrás de los altos edificios, calculo que habia dormido una o dos horas. Los delirios volvian y amenazaban con llevarselo , cuando desperto creyo estar rodeado de todos sus ex compañeros del colegio, junto a todos los amigos de su adolescencia, sus novias y amantes, se sentia bien, estaba entre amigos y gente que le queria. Trato de hablar con ellos, pero siempre que lo hacia, los personajes se volvian y le daban la espalda, sus bocas abiertas estupidamente y sus caras transformadas por el miedo, no paso mucho tiempo hasta que el mismo comenzara a sentirlo. Un viento helado parecia circular por la habitación, a pesar de que las ventanas estaban completamente cerradas. Una respiración profunda parecio salir de debajo de la cama, el sonido que un pecho cargado de flema haria. Con la certeza absoluta que solo los mentalmente insanos poseen, supo que era su hijo el que estaba bajo la cama, esta ves no se paralizo, el recuerdo de las llamas acariciando su piel y aquellas zarpas hundiéndose en su carne fueron suficientes para poner sus piernas en movimiento, cruzo la habitación y salio al estrecho pasillo, la indecisión lo asalto cuando no supo que elegir ¿Debia quedarse, tomar el cuchillo mas grande que tuviera y tratar de matar a esa cosa? ¿O debia correr hacia la puerta, huir? Ya se encaminaba hacia la cocina cuando la certeza de que aquella cosa no podia morir le asalto, su hijo habia nacido muerto, embolsado y etiquetado hacia mucho tiempo, ¿que podia hacer contra semejante criatura? Nada. Cambio su rumbo y corrio hacia la puerta de entrada, justo cuando estaba a un metro, esta se abrio. No pudo frenar a tiempo, de modo que golpeo con la cadera contra el canto de la puerta, reboto y cayo sobre una mesita, que cedio bajo su peso y se partio a la mitad. Se quedo alli, resollando y gimiendo. Su esposa le miraba desde el umbral de la puerta, su mirada era vacua y completamente desprovista de interes.
-¿Qué ocurre, para donde vas tan apurado?-su voz dejaba traspasar un dejo de irritacion infantil, no entendia porque, ya que era él el que yacia en el piso con una pata de la mesa incómodamente clavada en la espalda. La ira que sintio ante su estupidez le hizo olvidar momentáneamente el peligro en el que se encontraban.
Se levanto, con la pata de la mesa todavía aferrada en su mano. La queria, y mucho. Pero a veces era tan tonta que la rabia superaba con creces al cariño.
-¿Donde mierda andabas?-la zarandeo violentamente, hasta que amargas lagrimas saltaron de sus ojos-¿Qué demonios pretendes? ¿Matarme de un puto golpe en la cabeza, estupida?
-Lo siento, cariño-la mujer rehuia su mirada y esto no hacia mas que acrecentar su ira-. Tu sabes que soy olvidadiza… y no me doy cuenta. Lo siento.
-Calla….-frio, mucho frio, la temperatura de la habitación parecio bajar diez grados. Su aliento se condensaba en densas nubes de vapor. Se habia olvidado de la razon por la cual habia estado corriendo, por la cual habia chocado tan estupidamente contra la puerta. Ya no habia tiempo para escapar, acaso unos segundos para llegar a la cocina y…
-¿Qué sucede, cariño?-habia dejado de llorar y le miraba con curiosidad. Sabia que su esposo era una persona peculiar, en el mejor de los casos, pero su mente no podia calcular el peligro que una persona potencialmente sicotica podia representar, para ella solo era diferente, al igual que ella. Pero mientras que la estupidez aun permite distinguir la realidad, la locura la mezcla con la fantasia, a veces buenas fantasias y otras, muy malas.
El hombre corrio hacia la cocina, esperando sentir garras clavadas en su carne en cualquier momento, abrio la puerta y llego a la alacena, saco el cuchillo carnicero mas grande que encontro y se dio la vuelta, creyendo que solo alcanzaria a levantarlo estupidamente antes de morir. La cocina estaba vacia. Respiro aliviado.
Avanzo hacia la puerta, cuchillo en mano. Rodeo el pomo con su mano sudorosa, inspiro hondo tratando de envalentonarse, mantuvo el aire, luego lo solto mientras abria la puerta bruscamente.
Su esposa seguia de pie en el umbral de la puerta, lucia un vestido con flores rosadas estampadas, y tan solo a un metro de donde ella se encontraba, el pequeño demonio avanzaba hacia ella, su hocico de piraña abierto y chorreante, otra vez con aquellos bracitos delgados extendidos como esperando un abrazo. Su esposa no parecia verlo, solo tenia ojos para su hombre, de pie en la cocina con un enorme cuchillo y el rostro febril y enloquecido. La criatura avanzo hasta esconderse bajo su vestido, sentado entre las delgadas piernas de su madre, sonrio a su padre, dejando al descubierto sus minusculos y afilados dientecitos, a continuación, se puso de pie y comenzo a escalar, clavando sus garras en la carne de su esposa. Horrorizado, vio como su hijo volvia al vientre de su madre por donde mismo habia salido la primera vez, desgarro la ropa interior de su madre y se zambullo en la calidez de su vientre.
La mujer cayo al piso, presa de violentas convulsiones, mientras la sangre corria y corria por sus piernas empapando su vestido, cuando cayo al suelo, alcanzo a ver como los muslos de su esposa terminaban en una masa sanguinolenta de la cual asomaban dos patitas que se movian sin cesar. Su rostro se transformo, sus pupilas se volvieron amarillas y comenzaron a expandirse hasta convertir a todo el ojo, sus piel se volvio grisacea, surcada por numerosas venas de color morado y en su boca comenzaron a crecer dientes, diminutos dientecitos de piraña.
Delirante y muerto de miedo se acerco a lo que alguna vez habia sido su esposa, las convulsiones habian cesado y ella yacia tirada en medio del comedor, con aquella respiración grave que tanto se parecia a la que su bebe habia proferido hacia tanto tiempo, encerrado en una incubadora, al borde de la muerte. Ellos encerrados en el hospital, dia tras dia, escuchando aquella respiración, hasta que creyo que no podria reprimir los gritos cuando la escuchara otra vez.
Y ahora su hijo volvia a estar al borde de la muerte, en el cuerpo de su madre, respirando trabajosamente. Pero no importaba, ya sabia lo que tenia que hacer, lo que tendria que haber hecho hace mucho, en lugar de esperar en el hospital, sabiendo que moriria, pero retrasando lo inevitable, ¿por qué? Debilidad, simple debilidad, ahora lo sabia. Se arrodillo frente a su esposa y tomo el cuchillo con las dos manos, justo cuando apoyo la punta de la hoja en su pecho, los ojos de esta se abrieron, le observaron con aterradora seriedad y luego aquella boca llena de dientes se abrio para emitir un risa cascada. Ejercio fuerza, el cuchillo traspaso el esternon como si este estuviera hecho de mantequilla, corto tejido y rompio hueso para llegar a alojarse finalmente en la columna. La mujer rasguño y pataleo hasta que la vida se le escapo por el boquete que le habian practicado en el pecho.
Se sento trabajosamente a su lado, las lagrimas bañaban su rostro enloquecido. Escucho puertas abrirse y pasos apresurados que se acercaban.
-¿Qué su…? Oh, Dios-creia reconocer vagamente esta voz, a lo mejor la voz de un vecino con el que alguna ves hubiese intercambiado algunas palabras, no lo sabia, ni importaba. Solo tenia ojos para su mujer.
El ruido del buen vecino ahora huyendo de la escena del crimen.
Habia hecho lo correcto, lo que cualquier pa…
Pero ¿De que estaba hablando? Su hijo estaba muerto, hacia mucho tiempo que era pasto para los gusanos. Entonces ¿Qué habia pasado aquí? ¿Por qué? No. No podia darse el gusto de dudar ahora, tenia buenas razones para hacerlo, era lo unico… pero ¿lo era? Le dedico otra mirada a su muerta esposa y su mundo parecio derrumbarse a su alrededor. No habia sangre en sus piernas, subio un poco su vestido para descubrir sus simples bragas blancas impecables, nada rasgado, sin sangre ni nada.
Su mente conciente lucho para salir a flote, sepultada bajo numerosas capas de locura pegajosa. El horror por lo que habia hecho colapso su mente y solo pudo pensar una cosa: “la he matado, la he matado, la he matado, la he matado….”
Se levanto, tropezo y cayo de bruces, el cuchillo se enterro en su muslo, pero apenas lo noto, se volvio a levantar y huyo, dejando un reguero de sangre detrás suyo.

No sabia cuanto tiempo habia pasado, de lo unico que estaba seguro es que ya no habia suficiente sangre en su cuerpo, asi que la herida en su muslo ya casi ni sangraba. Cayo y se golpeo la cabeza contra el pavimento, se arrastro trabajosamente mientras el mundo daba vueltas a su alrededor, después solo pudo quedarse tirado alli.

No fue hasta el otro dia que un chico de unos diez años encontro su cuerpo. Se encontraba tirado en medio de la calleja, una leve expresión de asombro decoraba sus facciones. Su rostro parecia arañado y mordisqueado. Mordisqueado por diminutos y afilados dientes.

A mi alrededor, solo luz. Un mundo hecho de luz, arboles y animales brillando cada uno con su propio resplandor interno, una luz que parece estar viva se agita en sus interiores, tan brillante que amenaza con difuminar las figuras, deteriorarlas, romper todo orden, o al menos eso me parece al principio. Después de admirarlas durante un rato, me doy cuenta de su perfección, la luz no borra, no deteriora. Al contrario, realza cada figura, los contornos suavemente delineados por una mano de artista, una luz grisácea adorna el pelaje de lo que parecen ser lobos o perros, diferentes matices de verdes se arremolinan en los follajes de los arboles, el cielo de un azul que parece quemar mis ojos, salpicado de enormes bolas de intensa luz blanca. A mi alrededor un prado verde salpicado aquí y alla por manchas rojas, su belleza es intoxicante, satura mis sentidos, veo luz, huelo luz, escucho luz y siento su sabor en mi boca. Increíble que en mi lecho de muerte es donde por fin veo toda la belleza a mi alrededor, no se que es lo que sucedió, no siento dolor ni incomodidad, todo es alegria, alegria alegria. Pero lo se, lo siento en mi ser, mi tiempo aquí se acaba y si esto es morir, es mucho mejor que la mayor parte de mi vida.
Poco a poco, la luz empieza a disminuir en intensidad, y veo la realidad, la hierba y los arboles no son verdes y vigorosos, sino que grises y enclenques, asfixiados por la contaminación urbana, el cielo plomizo gira en torno a mi cabeza, y ahora solo siento como la vida se me escapa por entre los dedos. El mundo se oscurece y ya no creo las historias del cielo para las buenas personas. El cielo es para maricas, todos vamos al infierno, cariño. No hay ningún anciano benevolente alli afuera, solo el tipo vestido de rojo, esperando, tridente en mano, para pincharnos en el culo. Digan aleluya.
Ahora todo es oscuridad a mi alrededor, la materia de la que esta construido el universo es oscuridad, me ahogo en ella, llena cada poro de mi ser. Se pega a mi y no deja que me mueva, tiemblo ante su contacto frio y repulsivo, me fundo con ella, y ya no existe nada, ni luz, ni amor, ni pena, ni llanto. Soy solo un cascaron de lo que antes solia ser, frio y muerto, me desintegro en la nada.
Pero, no. Las sensaciones vuelven a mi, recuerdo la risa y el amor. Mis ataduras se agitan ante esta nueva fuente de vida y terminan por soltarme. Un nuevo foco de luz se advierte en la lejania y a cada segundo que pasa se hace mas grande. Una figura, mas brillante que cualquier otra cosa que hubiese visto en mi vida, una mujer. Sus ojos verdes relampaguean con la fuerza de mil soles, su cabello brilla como el fuego y, de algun modo, la conozco, se quien es ella.
-Ven conmigo-su voz es melodiosa, la oscuridad huye despavorida ante su sonido, un sonido que parece retumbar en el mundo y sacudir hasta los mismos cimientos del universo.
Tomo su mano y se que nada saldra mal. Con ella no hay temor, ni miedo, se quien es, recuerdo el tacto de sus caricias y el sabor de sus besos, se que la amo, pero no puedo recordar su nombre. Me acerco a ella y la beso. La energia fluye y me siento tan lleno de ella que pienso que explotare. Todo es luz y todo esta bien porque estoy con ella.

-Abre los ojos.
-¿Estoy…?
-No, cariño, no lo estas-apoya su mano en mi frente, tan fresca y cariñosa como siempre-. Estas bien, y estas conmigo.
Su nombre era Tom
Caminaba a ciegas por una oscura calleja, la luna, oculta entre los densos nubarrones solo dejaba ver su cara sonriente de cuando en cuando, por ello avanzaba a trompicones, tanteando la pared de las casas para no caer. El frió de la noche invernal le calaba hasta los huesos, su aliento, escapando por su boca en densas vaharadas. Ya le dolía el costado de tanto caminar dando tumbos en la negra noche y su corazón palpitaba desbocado en su pecho.
Sus pasos resonaban en la oscuridad, las calles vacías, desprovistas de vida, nadie que pudiera ayudarle.
Todo había empezado hacia unas 3 horas. Salía del trabajo a las 7, trabajo normal, vida normal, hombre normal. 39 años, casado, 2 hijas. Se subió a su destartalado volvo color crema y, relajado, condujo hasta su casa, en las afueras de la ciudad. Su casa era una modesta construcción estilo cape code producto de un plan de urbanización que la ciudad había puesto en marcha hacia un par de años. No era una mansión, pero era suficiente para los cuatro. Se bajo del auto y al momento, sintió que algo iba mal, las luces estaban apagadas y las cortinas cerradas, su esposa jamás cerraba las cortinas porque le gustaba echar una mirada de cuando en cuando mientras las chicas jugaran en el jardín. Todos sus sensores y alarmas internas se dispararon. No fue hasta que llego a un par de metros de la puerta de entrada cuando supo que algo iba mal. La puerta estaba abierta, no entreabierta, sino que abierta de par en par.
Y dentro, el mayor caos que había visto en aquella pequeña casa durante todos esos años: vidrios quebrados, una mesita a la cual le faltaba una pata, una lámpara en el suelo, una mancha marrón (por favor, no) en la alfombra. Se acerco sigilosamente, aunque sabiendo que ya era demasiado tarde, cualquiera que hubiese estado a un par de cuadras de distancia habría escuchado el chirrido de su auto al estacionarse y a los Creedence cantando a todo volumen por la radio del auto. Reuniendo valor, paseo la mirada por el destrozado hogar, pero no pudo ver a nadie, aguzo el oído pero no pudo escuchar nada, solo el aullido del viento y los lejanos ladridos de un perro callejero. Con vacilantes pasos, entro en su casa. La habitación que estaba mas cerca de la puerta de entrada era la cocina, entro en ella con la esperanza de encontrar alguna cosa con lo que defenderse si la cosa llegaba a esos extremos. Sin importar que hubiese esperado encontrar dentro de la casa, nada pudo haberlo preparado para lo que vio allí. La cocina estaba destrozada, los cajones estaban en el piso, todos los utensilios regados a los cuatro vientos, las vajillas más preciadas de su esposa, rotas en mil pedazos. Y sobre el fregadero, lo vio. Había visto sangre muchas veces en su vida, pero nunca en tal cantidad, estaba en todas partes, salpicando el suelo y la pared, hasta el techo, del cual caían gruesos goterones coagulados. Y en medio de todo lo rojo, un dedo cercenado yacía como olvidado, y cubriéndolo, una banda de oro con un pequeño diamante incrustado. No necesitó sacarlo para saber que en el interior de aquel anillo estaban las palabras: “Con Amor. Para Siempre, Tom”
Todo su mundo se derrumbo a su alrededor, las lagrimas se agolparon en sus ojos y finalmente se desbordaron.
Solo un pensamiento evito que su mente colapsara: “por favor, las niñas no”
Se levanto (“¿cuándo me caí?”), agarró el cuchillo más grande que encontró y salió de la cocina. Miles de recuerdos se agolparon en su cabeza, algunos felices y otros tristes, pero todos dolorosos, los sentimientos amenazaban con desbordarse, pero debía mantenerlos a raya por ahora, las niñas eran ahora lo importante. Llego a la sala de estar y allí, se encontró cara a cara con el asesino de su esposa. Sentado en uno los mullidos sillones que había comprado hacia poco, había un hombre vestido con una sencilla camisa a cuadros roja y negra y unos vaqueros, se encontraba cómodamente sentado, dejando descansar los pies enfundados en polvorientas botas en una mesita cercana. Sobre su camisa ostentaba numerosas chapas: el símbolo de la paz, una cara sonriente, todas en su lado derecho, la única que decoraba el izquierdo era un dibujo de un ojo negro sobre un fondo blanco. Se quedo hipnotizado por esta última, sintió que ya lo había visto, en algún tiempo olvidado. Millones de imágenes desfilaron por su cabeza, vio un vasto desierto salpicado aquí y allá por enormes piedras negras, el sol implacable brillaba en el cielo, y en el fondo de toda la imagen, una torre se alzaba solitaria, su oscura silueta se recortaba en el azul del cielo. La imagen se desvaneció. Vio a un hombre en una habitación llena de sangre y mugre en las paredes, el tipo se encontraba vendado y yacía en posición fetal en medio de la habitación. Se desvaneció. Una esfera con la cara de un grotesco demonio en el centro (“La luna del demonio”, pensó de forma incoherente). Así mismo, pensamientos extraños (“Es el Ojo, el Ojo del Rey”) cruzaron su mente (“Pero esta mal, debería ser rojo”). Un par de segundos de pensamientos (“Su nombre es Flagg”) e imágenes inconexas y el torrente de información seso de manera abrupta.
Miro a los ojos de aquel hombre, y lo único que pudo ver en ellos fue vacío.
Supo que su esposa no solo estaba muerta, sino que había sido mutilada y sus hijas… oh, sus pobres chicas…
“Tus hijas son pasto para las lombrices, mi querido amigo” el hombre rió, y sus afilados dientes quedaron a la vista, pequeñas manchas rojas brillaban entre ellos. “Y tu sigues”
Todo fue muy rápido, el hombre se levanto como impulsado por un resorte, extendiendo sus palmas sin líneas hacia su cara, Tom retrocedió y tropezó con una silla derribada, cayo de espaldas justo cuando el hombre (¡¡Flagg, su nombre es Flagg!!) se abalanzaba sobre él. Tom trato de luchar pero el hombre era muy fuerte, implacable, sus manos de fuertes y largos dedos estaban ahora apretando su cuello e impidiendo el preciado flujo de aire.
Fue cuando ya estaba a medio camino de la inconciencia cuando se acordó del cuchillo, para su suerte, no había caído muy lejos, lo encontró a un par de centímetros a su izquierda. Extendió la mano para lo tomarlo, pero solo pudo arañar el mango con sus dedos. Mientras tanto, el hombre aumentaba la presión en su cuello. No fue hasta que su campo de visión se empezó a tornar negro cuando lo pudo tomar. La hoja brillo, asesina en el aire y se hundió hasta el mango en el cuello del hombre, un fino hilillo de sangre corrió por el mango y cayo en la mano de Tom, con horror descubrió que ínfimos gusanos pululaban en ella. Empujo con fuerza al hombre, se levanto como pudo, horrorizado y asqueado, y huyo...
Tres horas mas tarde, seguía huyendo, no pudo llevarse su auto puesto que las llaves se habían caído en el forcejeo, así que corrió como alma que lleva el diablo. Pensó en pedir ayuda, pero el mundo parecía haberse vaciado de vida, ningún auto en las calles, ni luz en las ventanas de las casas, golpeó un par de puertas, pero nadie respondió. Era como si la gente supiera que había un condenado a muerte corriendo por las oscuras calles, y nadie quisiera tener nada que ver con él. Así que siguió corriendo, a medida que la noche se volvía más oscura y fría, supo que no viviría para ver el amanecer.
No sabia como lo sabia, pero estaba seguro de que el hombre (Flagg) no estaba muerto, de que aquel ser no podía morir, recordó sus dientas afilados y sus manos sin líneas, los gusanos retorciéndose en su sangre y se arrepintió de haberlo herido.
Corrió y corrió por los callejones oscuros y de pronto, el mundo pareció iluminarse, no con la típica luz de la luna, este era un resplandor rosado y enfermizo, que en lugar de iluminar las cosas, parecía difuminarlas. Se detuvo, miro al cielo y se quedo con la boca abierta del asombro y el miedo. Las nubes se habían abierto para dejar pasar la luz de la luna, el orbe parecía más grande de lo normal, pero eso no era nada, el sonriente y grotesco demonio encerrado en ella era lo que ponía los pelos de punta. El demonio le guiñaba el ojo desde los cielos y parecía divertirse con su situación (“Es la luna, la Luna del Demonio, Oh Dios…”)
“Tu Dios no tiene nada que ver en mis asuntos, humano” Flagg se materializo en las sombras de una casa cercana, sonriente como la luna, ni rastro de la herida en su cuello “Él se lava las manos cuando se trata de mi y de mi Amo”
Tuvo miedo, el mayor miedo que había experimentado en su vida, pero no experimento asombro, de alguna forma sabia que aquel ser seria lo último que vería en este mundo.
Se planteo la opción de seguir huyendo…
“No servirá de nada, Tom” el maldito parecía estar pasándola de maravilla, sonreía de oreja a oreja, y en sus ojos brillaba la hilaridad “No puedes huir de mi, yo estoy en todas partes. Y adonde yo no llego, mis amigos lo hacen”
Tom observo la figura con desesperación, sus ojos azules brillaban con un regocijo demasiado desenfrenado como para ser cuerdo. Flagg se acerco a Tom, con la cara seria, aunque debajo de ella, Tom pudo ver la risa acechando justo debajo de la superficie.
“Me hiciste daño hace un rato, querido. Y ahora, pagaras” el hombre ya estaba a solo un par de metros de distancia, Tom estaba petrificado, por sus mejillas corrían regueros de lagrimas que dejaban surcos blancos en la mugre que las cubría. Como un conejo que se queda inmóvil cuando le apuntan con un foco, Tom no se podría haber movido aunque hubiese querido. Flagg acerco su mano desprovista de líneas para acariciar su mejilla, Tom trato de retroceder y gritar. No pudo hacer ninguna de las dos cosas. Al contacto con aquella mano, una poderosa descarga de dolor recorrió su cuerpo como electricidad, sus cabellos se erizaron, su mandíbula se cerró con la fuerza suficiente como para quebrarle 2 dientes, el sabor metálico de la sangre inundo su boca, cayo al suelo presa de fuertes convulsiones. Cuando pudo por fin abrir los ojos, Flagg se encontraba acuclillado a su lado, como un padre considerado observando a un chiquillo que se hubiese caído El maldito volvía a sonreír.
“Ahora es tu turno de morir amigo. Piénsalo como un regalo, si vives, lo mas probable es que tengas que recoger a tu esposa e hijas con una espátula” Flagg echo la cabeza hacia atrás y rió de buena gana, y cuando volvió a mirarlo, sus ojos brillaban con un fuego interno.
Flagg volvió a extender la mano hacia su rostro, y un dolor infinitamente más grande estalló en su cabeza y se expandió por su cuerpo, al cabo de una par de segundos, todas las luces en su cerebro se apagaron y Tom dejó de existir.
Abri los ojos.
Pero no habia nada mas que oscuridad y leves figuras de colores parpadeando ante mis ojos. Estaba vendado.
El dulce y metalico olor de la sangre flotaba en el ambiente. Las muñecas me ardian alli donde la cuerda habia cortado la carne. Tirado en el piso, sangrando quizas de cuantas heridas me pregunte como habia llegado hasta alli, el frio suelo en el que me encontraa apestaba a orin, sangre… y cosas mucho mas horribles en las cuales no queria ni pensar. De forma ironica me pregunte cuantos hombres se habian acostado en sus comodas camas para despertar en esta fria habitación. La habitación de la muerte. El aire enrarecido por los densos olores que habitaban alli parecia estar cargado por las suplicas y alaridos de hombres muertos hacia mucho tiempo. Asesinados, ahora sus cuerpos pudriendose en alguna zanja desconocida, sus familias preguntandose donde diablos estarian.
“Oh, mi hija” pense con horror. Y asi de facil, cedi al panico.
Trate de zafarme de las crueles amarras, pero todo fue en vano, lo unico que logre fue hacerme mas daño en mis ya maltratadas muñecas.
Llore, como un maldito bebe al que le niegan su comida, llore hasta que la garganta me ardio y la saliva paso como fuego a traves de ella, y después llore un poco mas.
La verdad es que nadie sabe de que pasta estas hecho hasta que le llega el momento final, siempre me gusto alardear de ser un tipo duro, pero ahora sabia la verdad. Solo un marica lloron y.. ups parece que me hice en los pantalones, mama. Lo siento mucho.
Trate de recobrar el aplomo. Ya estaba muerto, eso lo sabia, pero morir con dignidad, eso era algo muy distinto.
Mientras trataba de recuperarme y dejar de gimotear, lo escuche.
Pasos en la oscuridad, posiblemente botas. Se acercaban y a cada paso que daba aquel extraño homicida mi corazon latia mas deprisa, como tratando de aprovechar al maximo sus ultimos latidos, sabiendo la verdad.
El chirrido de una puerta. Ya estaba alli.
“miren quien esta despierto” Su voz, fria y de algun modo extraño, risueña. “y mira que asco estas hecho” Una risita, como ratas correteando sobre un cadáver “ Te has hecho pis”
Si crei tener miedo antes, estuve equivocado, la manera de burlarse del extraño, su voz risueña, sin embargo fria como el hielo, infundieron en mi un miedo mucho mas grande que el miedo a morir. Entendi que habia cosas que eran mucho peores que morir.
El extraño se acerco y me quito la venda de los ojos. La luz se clavo en mi ojos dejandome ciego por algunos momentos. La verdad es que no queria ver.
Abri los ojos de todos modos.
La habitación era pequeña, apenas un miserable cuadrado de 6 x 6, quizas mas. La increíble cantidad de inmundicia que cubria las paredes y el piso ayudaba a que pareciera mas pequeña. Enormes manchas marrones (¡sangre!) cubrian alli donde mirara, otras, amarillentas, que no queria ni pensar en que eran.
Entonces lo vi a el. Alto, vestido con un tipico atuendo de ranchero, camisa a cuadros y vaqueros, tocado con botas polvorientas. En su camisa ostentaba multiples chapitas: una cara sonriente, el signo de la paz, otra con las letras CK sobre un fondo morado y un extraño dibujo de un ojo negro sobre un fondo blanco.
Sus ojos eran azules, pero extraños, como desteñidos por cientos de miles de dias de sol desertico. Una sonrisa de dientes asombrosamente blancos cruzaba su cara.
Era cualquier cosa menos el monstruo que me esperaba.
El extraño se acerco y me desato, y con las cuerdas se fueron todos mis pensamientos de muerte y terror. Estaba salvado. El extraño de alguna forma me habia encontrado y me estaba rescatando.
Me tendio su mano.
Y un segundo antes de tocarlo, lo vi. La palma de su mano era lisa, completamente lisa, ninguna linea de la vida la cruzaba, nada. Mire por segunda ves a su rostro, y vi como sus ojos cambiaron del azul desteñido al naranjo del fuego, como si algo ardiera dentro de su cabeza. Asi mismo, su sonrisa cambio, sus dientes parecieron muy largos y afilados, sonrisa de caníbal.
Trate de alejarme como pude, pero el esfuerzo fue en vano, este hombre, este demonio se encontraba entre yo y mi unica salida.
El extraño sonreia cuando se acerco a mi, senti el calor que irradiaba su cuerpo, como el calor de un horno industrial, los vellos de mis brazos se chamuscaron cuando se acerco para tocarme. Un enorme cuchillo centelleo, salido de la nada, y se hundio una, dos, tres veces en mi abdomen. Lo ultimo q vi fueron aquellos ojos rojos, brillando mientras todas las luces a su alrededor se apagaban.