Su nombre era Tom
Caminaba a ciegas por una oscura calleja, la luna, oculta entre los densos nubarrones solo dejaba ver su cara sonriente de cuando en cuando, por ello avanzaba a trompicones, tanteando la pared de las casas para no caer. El frió de la noche invernal le calaba hasta los huesos, su aliento, escapando por su boca en densas vaharadas. Ya le dolía el costado de tanto caminar dando tumbos en la negra noche y su corazón palpitaba desbocado en su pecho.
Sus pasos resonaban en la oscuridad, las calles vacías, desprovistas de vida, nadie que pudiera ayudarle.
Todo había empezado hacia unas 3 horas. Salía del trabajo a las 7, trabajo normal, vida normal, hombre normal. 39 años, casado, 2 hijas. Se subió a su destartalado volvo color crema y, relajado, condujo hasta su casa, en las afueras de la ciudad. Su casa era una modesta construcción estilo cape code producto de un plan de urbanización que la ciudad había puesto en marcha hacia un par de años. No era una mansión, pero era suficiente para los cuatro. Se bajo del auto y al momento, sintió que algo iba mal, las luces estaban apagadas y las cortinas cerradas, su esposa jamás cerraba las cortinas porque le gustaba echar una mirada de cuando en cuando mientras las chicas jugaran en el jardín. Todos sus sensores y alarmas internas se dispararon. No fue hasta que llego a un par de metros de la puerta de entrada cuando supo que algo iba mal. La puerta estaba abierta, no entreabierta, sino que abierta de par en par.
Y dentro, el mayor caos que había visto en aquella pequeña casa durante todos esos años: vidrios quebrados, una mesita a la cual le faltaba una pata, una lámpara en el suelo, una mancha marrón (por favor, no) en la alfombra. Se acerco sigilosamente, aunque sabiendo que ya era demasiado tarde, cualquiera que hubiese estado a un par de cuadras de distancia habría escuchado el chirrido de su auto al estacionarse y a los Creedence cantando a todo volumen por la radio del auto. Reuniendo valor, paseo la mirada por el destrozado hogar, pero no pudo ver a nadie, aguzo el oído pero no pudo escuchar nada, solo el aullido del viento y los lejanos ladridos de un perro callejero. Con vacilantes pasos, entro en su casa. La habitación que estaba mas cerca de la puerta de entrada era la cocina, entro en ella con la esperanza de encontrar alguna cosa con lo que defenderse si la cosa llegaba a esos extremos. Sin importar que hubiese esperado encontrar dentro de la casa, nada pudo haberlo preparado para lo que vio allí. La cocina estaba destrozada, los cajones estaban en el piso, todos los utensilios regados a los cuatro vientos, las vajillas más preciadas de su esposa, rotas en mil pedazos. Y sobre el fregadero, lo vio. Había visto sangre muchas veces en su vida, pero nunca en tal cantidad, estaba en todas partes, salpicando el suelo y la pared, hasta el techo, del cual caían gruesos goterones coagulados. Y en medio de todo lo rojo, un dedo cercenado yacía como olvidado, y cubriéndolo, una banda de oro con un pequeño diamante incrustado. No necesitó sacarlo para saber que en el interior de aquel anillo estaban las palabras: “Con Amor. Para Siempre, Tom”
Todo su mundo se derrumbo a su alrededor, las lagrimas se agolparon en sus ojos y finalmente se desbordaron.
Solo un pensamiento evito que su mente colapsara: “por favor, las niñas no”
Se levanto (“¿cuándo me caí?”), agarró el cuchillo más grande que encontró y salió de la cocina. Miles de recuerdos se agolparon en su cabeza, algunos felices y otros tristes, pero todos dolorosos, los sentimientos amenazaban con desbordarse, pero debía mantenerlos a raya por ahora, las niñas eran ahora lo importante. Llego a la sala de estar y allí, se encontró cara a cara con el asesino de su esposa. Sentado en uno los mullidos sillones que había comprado hacia poco, había un hombre vestido con una sencilla camisa a cuadros roja y negra y unos vaqueros, se encontraba cómodamente sentado, dejando descansar los pies enfundados en polvorientas botas en una mesita cercana. Sobre su camisa ostentaba numerosas chapas: el símbolo de la paz, una cara sonriente, todas en su lado derecho, la única que decoraba el izquierdo era un dibujo de un ojo negro sobre un fondo blanco. Se quedo hipnotizado por esta última, sintió que ya lo había visto, en algún tiempo olvidado. Millones de imágenes desfilaron por su cabeza, vio un vasto desierto salpicado aquí y allá por enormes piedras negras, el sol implacable brillaba en el cielo, y en el fondo de toda la imagen, una torre se alzaba solitaria, su oscura silueta se recortaba en el azul del cielo. La imagen se desvaneció. Vio a un hombre en una habitación llena de sangre y mugre en las paredes, el tipo se encontraba vendado y yacía en posición fetal en medio de la habitación. Se desvaneció. Una esfera con la cara de un grotesco demonio en el centro (“La luna del demonio”, pensó de forma incoherente). Así mismo, pensamientos extraños (“Es el Ojo, el Ojo del Rey”) cruzaron su mente (“Pero esta mal, debería ser rojo”). Un par de segundos de pensamientos (“Su nombre es Flagg”) e imágenes inconexas y el torrente de información seso de manera abrupta.
Miro a los ojos de aquel hombre, y lo único que pudo ver en ellos fue vacío.
Supo que su esposa no solo estaba muerta, sino que había sido mutilada y sus hijas… oh, sus pobres chicas…
“Tus hijas son pasto para las lombrices, mi querido amigo” el hombre rió, y sus afilados dientes quedaron a la vista, pequeñas manchas rojas brillaban entre ellos. “Y tu sigues”
Todo fue muy rápido, el hombre se levanto como impulsado por un resorte, extendiendo sus palmas sin líneas hacia su cara, Tom retrocedió y tropezó con una silla derribada, cayo de espaldas justo cuando el hombre (¡¡Flagg, su nombre es Flagg!!) se abalanzaba sobre él. Tom trato de luchar pero el hombre era muy fuerte, implacable, sus manos de fuertes y largos dedos estaban ahora apretando su cuello e impidiendo el preciado flujo de aire.
Fue cuando ya estaba a medio camino de la inconciencia cuando se acordó del cuchillo, para su suerte, no había caído muy lejos, lo encontró a un par de centímetros a su izquierda. Extendió la mano para lo tomarlo, pero solo pudo arañar el mango con sus dedos. Mientras tanto, el hombre aumentaba la presión en su cuello. No fue hasta que su campo de visión se empezó a tornar negro cuando lo pudo tomar. La hoja brillo, asesina en el aire y se hundió hasta el mango en el cuello del hombre, un fino hilillo de sangre corrió por el mango y cayo en la mano de Tom, con horror descubrió que ínfimos gusanos pululaban en ella. Empujo con fuerza al hombre, se levanto como pudo, horrorizado y asqueado, y huyo...
Tres horas mas tarde, seguía huyendo, no pudo llevarse su auto puesto que las llaves se habían caído en el forcejeo, así que corrió como alma que lleva el diablo. Pensó en pedir ayuda, pero el mundo parecía haberse vaciado de vida, ningún auto en las calles, ni luz en las ventanas de las casas, golpeó un par de puertas, pero nadie respondió. Era como si la gente supiera que había un condenado a muerte corriendo por las oscuras calles, y nadie quisiera tener nada que ver con él. Así que siguió corriendo, a medida que la noche se volvía más oscura y fría, supo que no viviría para ver el amanecer.
No sabia como lo sabia, pero estaba seguro de que el hombre (Flagg) no estaba muerto, de que aquel ser no podía morir, recordó sus dientas afilados y sus manos sin líneas, los gusanos retorciéndose en su sangre y se arrepintió de haberlo herido.
Corrió y corrió por los callejones oscuros y de pronto, el mundo pareció iluminarse, no con la típica luz de la luna, este era un resplandor rosado y enfermizo, que en lugar de iluminar las cosas, parecía difuminarlas. Se detuvo, miro al cielo y se quedo con la boca abierta del asombro y el miedo. Las nubes se habían abierto para dejar pasar la luz de la luna, el orbe parecía más grande de lo normal, pero eso no era nada, el sonriente y grotesco demonio encerrado en ella era lo que ponía los pelos de punta. El demonio le guiñaba el ojo desde los cielos y parecía divertirse con su situación (“Es la luna, la Luna del Demonio, Oh Dios…”)
“Tu Dios no tiene nada que ver en mis asuntos, humano” Flagg se materializo en las sombras de una casa cercana, sonriente como la luna, ni rastro de la herida en su cuello “Él se lava las manos cuando se trata de mi y de mi Amo”
Tuvo miedo, el mayor miedo que había experimentado en su vida, pero no experimento asombro, de alguna forma sabia que aquel ser seria lo último que vería en este mundo.
Se planteo la opción de seguir huyendo…
“No servirá de nada, Tom” el maldito parecía estar pasándola de maravilla, sonreía de oreja a oreja, y en sus ojos brillaba la hilaridad “No puedes huir de mi, yo estoy en todas partes. Y adonde yo no llego, mis amigos lo hacen”
Tom observo la figura con desesperación, sus ojos azules brillaban con un regocijo demasiado desenfrenado como para ser cuerdo. Flagg se acerco a Tom, con la cara seria, aunque debajo de ella, Tom pudo ver la risa acechando justo debajo de la superficie.
“Me hiciste daño hace un rato, querido. Y ahora, pagaras” el hombre ya estaba a solo un par de metros de distancia, Tom estaba petrificado, por sus mejillas corrían regueros de lagrimas que dejaban surcos blancos en la mugre que las cubría. Como un conejo que se queda inmóvil cuando le apuntan con un foco, Tom no se podría haber movido aunque hubiese querido. Flagg acerco su mano desprovista de líneas para acariciar su mejilla, Tom trato de retroceder y gritar. No pudo hacer ninguna de las dos cosas. Al contacto con aquella mano, una poderosa descarga de dolor recorrió su cuerpo como electricidad, sus cabellos se erizaron, su mandíbula se cerró con la fuerza suficiente como para quebrarle 2 dientes, el sabor metálico de la sangre inundo su boca, cayo al suelo presa de fuertes convulsiones. Cuando pudo por fin abrir los ojos, Flagg se encontraba acuclillado a su lado, como un padre considerado observando a un chiquillo que se hubiese caído El maldito volvía a sonreír.
“Ahora es tu turno de morir amigo. Piénsalo como un regalo, si vives, lo mas probable es que tengas que recoger a tu esposa e hijas con una espátula” Flagg echo la cabeza hacia atrás y rió de buena gana, y cuando volvió a mirarlo, sus ojos brillaban con un fuego interno.
Flagg volvió a extender la mano hacia su rostro, y un dolor infinitamente más grande estalló en su cabeza y se expandió por su cuerpo, al cabo de una par de segundos, todas las luces en su cerebro se apagaron y Tom dejó de existir.
miércoles, 20 de febrero de 2008
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