miércoles, 20 de febrero de 2008

El hombre corria y corria. Vestido con ropajes que ahora bien pasarian por harapos, el desgarro en el pecho de su camisa dejaba al descubierto numerosas heridas y rasguños superficiales. La sangre que fluia abundantemente de su muslo empapaba sus pantalones azules hasta hacerlos parecer negros. corria como un poseso por las callejas oscuras y abandonadas de la ciudad, a lo lejos podia escuchar el ruido amortiguado de los aviones llegando al aeropuerto. Y sirenas, sirenas en la oscuridad. lo mas probable es q estuvieran ya detras de el. En el cielo, las nubes se arremolinaban amenazadoras, cargadas de lluvia. medio loco por el horror y la verguenza de lo que habia hecho ni siquiera veia donde pisaba, cayo una y otra vez hasta despellejarse las manos, la tercera vez que cayo, dos uñas se despredieron como papel adhesivo, aullo ante el dolor lacerante y por un momento temio que fuera a desmayarse. Se levanto trabajosamente y el mundo parecio oscilar ante el, sus ojos estaban opacos y sin el brillo caracteristicos de los vivos, ojos de condenado, o quizas los ojos de alguien que ha mirado mucho tiempo a la oscuridad y ya empieza a ver las cosas que se arrastran dentro de ella, de cualquier forma, eran ojos que helarian la sangre de cualquier persona.
Tres horas antes habia llegado a su departamento en las afueras de la ciudad, unas 2 horas antes de lo que acostumbraba. la verdad es que no estaba seguro ni de su nombre, asumia demasiados en las multiples realidades que vivia producto de su locura. Hace mucho ya que estaba perdiendo la chaveta, nunca fue una persona normal pero tampoco tuvo experiencias traumaticas que pudieran justificar su estado. Vida, costumbre o algun elemento genetico. La verdad es que no importaba, esa era su vida y la aceptaba, a veces incluso se divertia con sus alucinaciones. Hace un par de años que se habia casado, su esposa no era una gran maravilla, poco agraciada y con un coeficiente intelectual que haria enrojecer de verguenza a sus intelectuales padres, pero la amaba, a su muy extraña manera. La matriz defectuosa de su esposa habia engendrado un solo hijo, abyecto y maligno, que murio al cabo de 2 meses, lo lloraron un par de dias y ahi quedo el asunto. Supo que fue lo mejor. el hijo de un loco y una deficiente parecia una cruel broma del destino. Asi que asi siguio su vida, levemente conciente de lo que pasaba a su alrededor, lo suficientemente avispado como para que nadie se diera cuenta de su "condicion", mas de alguna vez penso que la evidente estupidez de su esposa no ayudaba en ese aspecto. En todo caso, poco importaba si alguien queria meterlo en una pieza acolchada, les dejaria, en su mente tenia suficientes mundos para entretenerse hasta que muriera.
Subió las escaleras lentamente, saboreando los rayos del sol que se colaban por los altos ventanales, sus ojos ya tenian esa cualidad opaca, como un vidrio empañado, pero no tan evidente como seria en un par de horas más. A mitad de camino se quedo de piedra, a veces eso le sucedia, su mente escapaba y su cuerpo ya no podia realizar las funciones motoras, sus ojos perdieron el leve brillo y por un momento se convirtieron en los ojos del condenado, un reguero de saliva caia desde su boca hasta la camisa. Menos mal que no tenía ganas de orinar. sintio al edificio vivo a su alrededor, las paredes respiraban, un profundo estertor que parecia acunarlo y susurrarle palabras cariñosas en su oido, palabras que un amante susurraria a su pareja en la intimidad, con el aroma del sexo todavia flotando en la habitacion. Sintió que su cuerpo flotaba en algun liquido extraño y delicioso, era parte de el y este le nutria y lo mecia con suavidad.
De pronto, la contextura rugosa del hormigón se torno lisa y tersa, y el depresivo color gris de las paredes se volvio del color rosado de la piel, pero este era un rosado enfermizo y extraño, como si el dueño de aquella piel tuviese fiebre y padeciera un serio caso de gripe. Grandes bocas de afilados dientes comenzaron a aflorar alli, gruñian y lanzaban feroces dentellandas al aire. Sin apenas inmutarse, observo como empezo a manar sangre de aquellas bocas, regueros de liquido carmesí y enormes coagulos con tejidos extraños que le hicieron recordar el parto de su esposa, se aglutinaban y caian al suelo entre repugnantes gruñidos y gemidos. El agudo grito de un bebe rompio el hechizo por un momento, sus ojos se dilataron hasta que parecieron negros y su boca se cerro con un fuerte ruido, el miedo se reflejo en sus facciones, miedo, porque recordo cuando habia escuchado por primera vez aquel llanto de bebe, no de un bebe sano que llora porque lo han sacado a la fuerza de su comoda estancia para tirarlo a un mundo de mierda, no, aquel era un llanto cargado de maldad, recordo como un escalofrio habia recorrido su espalda, como un viento helado cargado de malos presagios habia azotado su rostro, las sombras parecieron espesarse y volverse extrañamente vivas. Ese era el llanto de su hijo. Habia muerto, pero ahora volvia para llevarse tambien a su padre. La pared justo enfrente suyo parecio hincharse como el vientre de una embarazada y rapidamente una de aquellas bocas se abrio en su maxima capacidad y una amorfa figura cayo al suelo con un plaf, seguido de un torrente de sangre negruzca mezclado con placenta y tejidos putrefactos, el olor de la muerte inundo el mundo, no el olor de una cosa muerta, sino que el aroma a Muerte, que viene a saldar viejas cuentas. Quiso adelantarse y pisar aquel pequeño craneo hasta dejarlo reducido a papilla y patear su cuerpo decapitado a todo lo largo y ancho de la escalera, pero no pudo mover ni un músculo, como un conejo que se queda mirando las luces del automóvil que va a acabar con su vida, el miedo le paralizo. Contemplo con horror como aquella cosa se movia y levantaba su pequeña cabeza para dejar al descubierto un rostro asexuado, completamente calvo, con rendijas en lugar de nariz, su boca decorada con una infinidad de pequeños dientes afilados, una ves habia visto una piraña, y aquella boca se parecia mucho al hocico de aquel pez, sus ojos eran demasiado grandes y parecian salirseles de las orbitas, eran amarillos, no su iris, sino que el globo ocular completo, y manchas de color mas oscuro se arremolinaban continuamente en su superficie. El ser se puso de pie con sorprende rapidez, le miro a los ojos y hablo.
-Papá-su voz le recordo a pequeñas patas correteando sobre un cadáver hace mucho tiempo olvidado. Se adelanto hacia el hombre con los brazos estirados, como esperando un abrazo. Trato de huir, pero era como si estuviese clavado al piso, aquella criatura se acerco con lentitud, saboreando el momento de la reunion, su boca se abria y se cerraba espasmódicamente, dos metros, ahora solo uno, el olor corrupto y malsano parecio intensificarse, un aroma a mierda y corrupción humana, el olor de los sueños quebrados y las mentes destruidas, quemo sus fosas nasales y los pocos cables que si estaban bien conectados en su cerebro hicieron corto circuito. El mundo oscilo y las cosas parecieron perder solidez, incluso se olvido de aquel pigmeo carnivoro que se acercaba a el de forma inexorable. Las sombras que se formaban en las esquinas parecieron espesarse y expandirse, se agitaron como si fueran algun liquido espeso y pequeños seres negros empezaron a salir de ellas, reptaban sobre el suelo color carne y enormes ojos blancos y ciegos bailaban de un lado a otro dentro de las orbitas, buscando a su presa. La criatura, su hijo, ya estaba sobre el, podia admirar cada pústula y llaga infecta en aquel rostro de pesadilla, el pequeño cuerpo irradiaba un calor sorprendente, era como estar de pie al lado de un horno industrial, los vellos de sus brazos se erizaron y comenzaron a arder, su cabello tambien se empezó a quemar, su vision se duplico y después se triplico a medida que las lagrimas afloraban en sus ojos. El ser le abrazo y sus pequeñas manitos terminadas en garras se clavaron en sus muslos, el fuego fluyo, del hijo al padre hasta que sus pieles se fundieron en una y quedaron finalmente unidos, el aroma putrefacto fue remplazado por el olor de carne asada. Dos gritos, extrañamente iguales, se elevaron en medio del crepitar de las llamas.
Salio de su ensoñacion lentamente, como si estuviera nadando en miel, sentia sabor a sangre en la boca, escupio y comprobo que, en efecto, se habia mordido la lengua en algun momento, ni recordaba haber sentido dolor. Siguió subiendo las escaleras como si nada hubiese pasado.
Su departamento se encontraba en el quinto piso del edificio, termino de subir las escaleras y salio al pasillo, dejo atrás seis puertas con sendos numeros dorados en medio de ellas y doblo a la izquierda, el suyo era el ultimo en ese piso. Saco las llaves, unidas a un pequeño llavero de imitación de cuero con las letras LC bordadas en rojo, se quedo mirando las letras pensando que nunca antes las habia visto, esto era verdad hasta cierto punto, si las habia visto antes, solo que no se acordaba. Se dijo a si mismo que a lo mejor aquellas letras fueran sus iniciales, podrian haberlo sido ¿Quién lo sabia? Desde luego que el no. Dejo de meditar en asuntos sin importancia, la cabeza le zumbaba y sentia los ojos hinchados, el mundo se veia extraño, ajeno a el, como si lo estuviese viendo a traves de la televisión. Introdujo las llaves en la cerradura y abrio la puerta. Su esposa no estaba. Quizas se ha ido, penso sin demasiada esperanza. Cruzo el comedor y entro en la cocina, se sirvio un poco de jugo de naranja y enfilo hacia su habitación, queria tomar una siesta, estaba cansado y los parpados se le cerraban solos. Su cabeza no habia tocado aun la almohada y ya estaba durmiendo.
Cuando volvio en si, el sol se estaban ocultando detrás de los altos edificios, calculo que habia dormido una o dos horas. Los delirios volvian y amenazaban con llevarselo , cuando desperto creyo estar rodeado de todos sus ex compañeros del colegio, junto a todos los amigos de su adolescencia, sus novias y amantes, se sentia bien, estaba entre amigos y gente que le queria. Trato de hablar con ellos, pero siempre que lo hacia, los personajes se volvian y le daban la espalda, sus bocas abiertas estupidamente y sus caras transformadas por el miedo, no paso mucho tiempo hasta que el mismo comenzara a sentirlo. Un viento helado parecia circular por la habitación, a pesar de que las ventanas estaban completamente cerradas. Una respiración profunda parecio salir de debajo de la cama, el sonido que un pecho cargado de flema haria. Con la certeza absoluta que solo los mentalmente insanos poseen, supo que era su hijo el que estaba bajo la cama, esta ves no se paralizo, el recuerdo de las llamas acariciando su piel y aquellas zarpas hundiéndose en su carne fueron suficientes para poner sus piernas en movimiento, cruzo la habitación y salio al estrecho pasillo, la indecisión lo asalto cuando no supo que elegir ¿Debia quedarse, tomar el cuchillo mas grande que tuviera y tratar de matar a esa cosa? ¿O debia correr hacia la puerta, huir? Ya se encaminaba hacia la cocina cuando la certeza de que aquella cosa no podia morir le asalto, su hijo habia nacido muerto, embolsado y etiquetado hacia mucho tiempo, ¿que podia hacer contra semejante criatura? Nada. Cambio su rumbo y corrio hacia la puerta de entrada, justo cuando estaba a un metro, esta se abrio. No pudo frenar a tiempo, de modo que golpeo con la cadera contra el canto de la puerta, reboto y cayo sobre una mesita, que cedio bajo su peso y se partio a la mitad. Se quedo alli, resollando y gimiendo. Su esposa le miraba desde el umbral de la puerta, su mirada era vacua y completamente desprovista de interes.
-¿Qué ocurre, para donde vas tan apurado?-su voz dejaba traspasar un dejo de irritacion infantil, no entendia porque, ya que era él el que yacia en el piso con una pata de la mesa incómodamente clavada en la espalda. La ira que sintio ante su estupidez le hizo olvidar momentáneamente el peligro en el que se encontraban.
Se levanto, con la pata de la mesa todavía aferrada en su mano. La queria, y mucho. Pero a veces era tan tonta que la rabia superaba con creces al cariño.
-¿Donde mierda andabas?-la zarandeo violentamente, hasta que amargas lagrimas saltaron de sus ojos-¿Qué demonios pretendes? ¿Matarme de un puto golpe en la cabeza, estupida?
-Lo siento, cariño-la mujer rehuia su mirada y esto no hacia mas que acrecentar su ira-. Tu sabes que soy olvidadiza… y no me doy cuenta. Lo siento.
-Calla….-frio, mucho frio, la temperatura de la habitación parecio bajar diez grados. Su aliento se condensaba en densas nubes de vapor. Se habia olvidado de la razon por la cual habia estado corriendo, por la cual habia chocado tan estupidamente contra la puerta. Ya no habia tiempo para escapar, acaso unos segundos para llegar a la cocina y…
-¿Qué sucede, cariño?-habia dejado de llorar y le miraba con curiosidad. Sabia que su esposo era una persona peculiar, en el mejor de los casos, pero su mente no podia calcular el peligro que una persona potencialmente sicotica podia representar, para ella solo era diferente, al igual que ella. Pero mientras que la estupidez aun permite distinguir la realidad, la locura la mezcla con la fantasia, a veces buenas fantasias y otras, muy malas.
El hombre corrio hacia la cocina, esperando sentir garras clavadas en su carne en cualquier momento, abrio la puerta y llego a la alacena, saco el cuchillo carnicero mas grande que encontro y se dio la vuelta, creyendo que solo alcanzaria a levantarlo estupidamente antes de morir. La cocina estaba vacia. Respiro aliviado.
Avanzo hacia la puerta, cuchillo en mano. Rodeo el pomo con su mano sudorosa, inspiro hondo tratando de envalentonarse, mantuvo el aire, luego lo solto mientras abria la puerta bruscamente.
Su esposa seguia de pie en el umbral de la puerta, lucia un vestido con flores rosadas estampadas, y tan solo a un metro de donde ella se encontraba, el pequeño demonio avanzaba hacia ella, su hocico de piraña abierto y chorreante, otra vez con aquellos bracitos delgados extendidos como esperando un abrazo. Su esposa no parecia verlo, solo tenia ojos para su hombre, de pie en la cocina con un enorme cuchillo y el rostro febril y enloquecido. La criatura avanzo hasta esconderse bajo su vestido, sentado entre las delgadas piernas de su madre, sonrio a su padre, dejando al descubierto sus minusculos y afilados dientecitos, a continuación, se puso de pie y comenzo a escalar, clavando sus garras en la carne de su esposa. Horrorizado, vio como su hijo volvia al vientre de su madre por donde mismo habia salido la primera vez, desgarro la ropa interior de su madre y se zambullo en la calidez de su vientre.
La mujer cayo al piso, presa de violentas convulsiones, mientras la sangre corria y corria por sus piernas empapando su vestido, cuando cayo al suelo, alcanzo a ver como los muslos de su esposa terminaban en una masa sanguinolenta de la cual asomaban dos patitas que se movian sin cesar. Su rostro se transformo, sus pupilas se volvieron amarillas y comenzaron a expandirse hasta convertir a todo el ojo, sus piel se volvio grisacea, surcada por numerosas venas de color morado y en su boca comenzaron a crecer dientes, diminutos dientecitos de piraña.
Delirante y muerto de miedo se acerco a lo que alguna vez habia sido su esposa, las convulsiones habian cesado y ella yacia tirada en medio del comedor, con aquella respiración grave que tanto se parecia a la que su bebe habia proferido hacia tanto tiempo, encerrado en una incubadora, al borde de la muerte. Ellos encerrados en el hospital, dia tras dia, escuchando aquella respiración, hasta que creyo que no podria reprimir los gritos cuando la escuchara otra vez.
Y ahora su hijo volvia a estar al borde de la muerte, en el cuerpo de su madre, respirando trabajosamente. Pero no importaba, ya sabia lo que tenia que hacer, lo que tendria que haber hecho hace mucho, en lugar de esperar en el hospital, sabiendo que moriria, pero retrasando lo inevitable, ¿por qué? Debilidad, simple debilidad, ahora lo sabia. Se arrodillo frente a su esposa y tomo el cuchillo con las dos manos, justo cuando apoyo la punta de la hoja en su pecho, los ojos de esta se abrieron, le observaron con aterradora seriedad y luego aquella boca llena de dientes se abrio para emitir un risa cascada. Ejercio fuerza, el cuchillo traspaso el esternon como si este estuviera hecho de mantequilla, corto tejido y rompio hueso para llegar a alojarse finalmente en la columna. La mujer rasguño y pataleo hasta que la vida se le escapo por el boquete que le habian practicado en el pecho.
Se sento trabajosamente a su lado, las lagrimas bañaban su rostro enloquecido. Escucho puertas abrirse y pasos apresurados que se acercaban.
-¿Qué su…? Oh, Dios-creia reconocer vagamente esta voz, a lo mejor la voz de un vecino con el que alguna ves hubiese intercambiado algunas palabras, no lo sabia, ni importaba. Solo tenia ojos para su mujer.
El ruido del buen vecino ahora huyendo de la escena del crimen.
Habia hecho lo correcto, lo que cualquier pa…
Pero ¿De que estaba hablando? Su hijo estaba muerto, hacia mucho tiempo que era pasto para los gusanos. Entonces ¿Qué habia pasado aquí? ¿Por qué? No. No podia darse el gusto de dudar ahora, tenia buenas razones para hacerlo, era lo unico… pero ¿lo era? Le dedico otra mirada a su muerta esposa y su mundo parecio derrumbarse a su alrededor. No habia sangre en sus piernas, subio un poco su vestido para descubrir sus simples bragas blancas impecables, nada rasgado, sin sangre ni nada.
Su mente conciente lucho para salir a flote, sepultada bajo numerosas capas de locura pegajosa. El horror por lo que habia hecho colapso su mente y solo pudo pensar una cosa: “la he matado, la he matado, la he matado, la he matado….”
Se levanto, tropezo y cayo de bruces, el cuchillo se enterro en su muslo, pero apenas lo noto, se volvio a levantar y huyo, dejando un reguero de sangre detrás suyo.

No sabia cuanto tiempo habia pasado, de lo unico que estaba seguro es que ya no habia suficiente sangre en su cuerpo, asi que la herida en su muslo ya casi ni sangraba. Cayo y se golpeo la cabeza contra el pavimento, se arrastro trabajosamente mientras el mundo daba vueltas a su alrededor, después solo pudo quedarse tirado alli.

No fue hasta el otro dia que un chico de unos diez años encontro su cuerpo. Se encontraba tirado en medio de la calleja, una leve expresión de asombro decoraba sus facciones. Su rostro parecia arañado y mordisqueado. Mordisqueado por diminutos y afilados dientes.

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