El hombre corria y corria. Vestido con ropajes que ahora bien pasarian por harapos, el desgarro en el pecho de su camisa dejaba al descubierto numerosas heridas y rasguños superficiales. La sangre que fluia abundantemente de su muslo empapaba sus pantalones azules hasta hacerlos parecer negros. corria como un poseso por las callejas oscuras y abandonadas de la ciudad, a lo lejos podia escuchar el ruido amortiguado de los aviones llegando al aeropuerto. Y sirenas, sirenas en la oscuridad. lo mas probable es q estuvieran ya detras de el. En el cielo, las nubes se arremolinaban amenazadoras, cargadas de lluvia. medio loco por el horror y la verguenza de lo que habia hecho ni siquiera veia donde pisaba, cayo una y otra vez hasta despellejarse las manos, la tercera vez que cayo, dos uñas se despredieron como papel adhesivo, aullo ante el dolor lacerante y por un momento temio que fuera a desmayarse. Se levanto trabajosamente y el mundo parecio oscilar ante el, sus ojos estaban opacos y sin el brillo caracteristicos de los vivos, ojos de condenado, o quizas los ojos de alguien que ha mirado mucho tiempo a la oscuridad y ya empieza a ver las cosas que se arrastran dentro de ella, de cualquier forma, eran ojos que helarian la sangre de cualquier persona.
Tres horas antes habia llegado a su departamento en las afueras de la ciudad, unas 2 horas antes de lo que acostumbraba. la verdad es que no estaba seguro ni de su nombre, asumia demasiados en las multiples realidades que vivia producto de su locura. Hace mucho ya que estaba perdiendo la chaveta, nunca fue una persona normal pero tampoco tuvo experiencias traumaticas que pudieran justificar su estado. Vida, costumbre o algun elemento genetico. La verdad es que no importaba, esa era su vida y la aceptaba, a veces incluso se divertia con sus alucinaciones. Hace un par de años que se habia casado, su esposa no era una gran maravilla, poco agraciada y con un coeficiente intelectual que haria enrojecer de verguenza a sus intelectuales padres, pero la amaba, a su muy extraña manera. La matriz defectuosa de su esposa habia engendrado un solo hijo, abyecto y maligno, que murio al cabo de 2 meses, lo lloraron un par de dias y ahi quedo el asunto. Supo que fue lo mejor. el hijo de un loco y una deficiente parecia una cruel broma del destino. Asi que asi siguio su vida, levemente conciente de lo que pasaba a su alrededor, lo suficientemente avispado como para que nadie se diera cuenta de su "condicion", mas de alguna vez penso que la evidente estupidez de su esposa no ayudaba en ese aspecto. En todo caso, poco importaba si alguien queria meterlo en una pieza acolchada, les dejaria, en su mente tenia suficientes mundos para entretenerse hasta que muriera.
Subió las escaleras lentamente, saboreando los rayos del sol que se colaban por los altos ventanales, sus ojos ya tenian esa cualidad opaca, como un vidrio empañado, pero no tan evidente como seria en un par de horas más. A mitad de camino se quedo de piedra, a veces eso le sucedia, su mente escapaba y su cuerpo ya no podia realizar las funciones motoras, sus ojos perdieron el leve brillo y por un momento se convirtieron en los ojos del condenado, un reguero de saliva caia desde su boca hasta la camisa. Menos mal que no tenía ganas de orinar. sintio al edificio vivo a su alrededor, las paredes respiraban, un profundo estertor que parecia acunarlo y susurrarle palabras cariñosas en su oido, palabras que un amante susurraria a su pareja en la intimidad, con el aroma del sexo todavia flotando en la habitacion. Sintió que su cuerpo flotaba en algun liquido extraño y delicioso, era parte de el y este le nutria y lo mecia con suavidad.
De pronto, la contextura rugosa del hormigón se torno lisa y tersa, y el depresivo color gris de las paredes se volvio del color rosado de la piel, pero este era un rosado enfermizo y extraño, como si el dueño de aquella piel tuviese fiebre y padeciera un serio caso de gripe. Grandes bocas de afilados dientes comenzaron a aflorar alli, gruñian y lanzaban feroces dentellandas al aire. Sin apenas inmutarse, observo como empezo a manar sangre de aquellas bocas, regueros de liquido carmesí y enormes coagulos con tejidos extraños que le hicieron recordar el parto de su esposa, se aglutinaban y caian al suelo entre repugnantes gruñidos y gemidos. El agudo grito de un bebe rompio el hechizo por un momento, sus ojos se dilataron hasta que parecieron negros y su boca se cerro con un fuerte ruido, el miedo se reflejo en sus facciones, miedo, porque recordo cuando habia escuchado por primera vez aquel llanto de bebe, no de un bebe sano que llora porque lo han sacado a la fuerza de su comoda estancia para tirarlo a un mundo de mierda, no, aquel era un llanto cargado de maldad, recordo como un escalofrio habia recorrido su espalda, como un viento helado cargado de malos presagios habia azotado su rostro, las sombras parecieron espesarse y volverse extrañamente vivas. Ese era el llanto de su hijo. Habia muerto, pero ahora volvia para llevarse tambien a su padre. La pared justo enfrente suyo parecio hincharse como el vientre de una embarazada y rapidamente una de aquellas bocas se abrio en su maxima capacidad y una amorfa figura cayo al suelo con un plaf, seguido de un torrente de sangre negruzca mezclado con placenta y tejidos putrefactos, el olor de la muerte inundo el mundo, no el olor de una cosa muerta, sino que el aroma a Muerte, que viene a saldar viejas cuentas. Quiso adelantarse y pisar aquel pequeño craneo hasta dejarlo reducido a papilla y patear su cuerpo decapitado a todo lo largo y ancho de la escalera, pero no pudo mover ni un músculo, como un conejo que se queda mirando las luces del automóvil que va a acabar con su vida, el miedo le paralizo. Contemplo con horror como aquella cosa se movia y levantaba su pequeña cabeza para dejar al descubierto un rostro asexuado, completamente calvo, con rendijas en lugar de nariz, su boca decorada con una infinidad de pequeños dientes afilados, una ves habia visto una piraña, y aquella boca se parecia mucho al hocico de aquel pez, sus ojos eran demasiado grandes y parecian salirseles de las orbitas, eran amarillos, no su iris, sino que el globo ocular completo, y manchas de color mas oscuro se arremolinaban continuamente en su superficie. El ser se puso de pie con sorprende rapidez, le miro a los ojos y hablo.
-Papá-su voz le recordo a pequeñas patas correteando sobre un cadáver hace mucho tiempo olvidado. Se adelanto hacia el hombre con los brazos estirados, como esperando un abrazo. Trato de huir, pero era como si estuviese clavado al piso, aquella criatura se acerco con lentitud, saboreando el momento de la reunion, su boca se abria y se cerraba espasmódicamente, dos metros, ahora solo uno, el olor corrupto y malsano parecio intensificarse, un aroma a mierda y corrupción humana, el olor de los sueños quebrados y las mentes destruidas, quemo sus fosas nasales y los pocos cables que si estaban bien conectados en su cerebro hicieron corto circuito. El mundo oscilo y las cosas parecieron perder solidez, incluso se olvido de aquel pigmeo carnivoro que se acercaba a el de forma inexorable. Las sombras que se formaban en las esquinas parecieron espesarse y expandirse, se agitaron como si fueran algun liquido espeso y pequeños seres negros empezaron a salir de ellas, reptaban sobre el suelo color carne y enormes ojos blancos y ciegos bailaban de un lado a otro dentro de las orbitas, buscando a su presa. La criatura, su hijo, ya estaba sobre el, podia admirar cada pústula y llaga infecta en aquel rostro de pesadilla, el pequeño cuerpo irradiaba un calor sorprendente, era como estar de pie al lado de un horno industrial, los vellos de sus brazos se erizaron y comenzaron a arder, su cabello tambien se empezó a quemar, su vision se duplico y después se triplico a medida que las lagrimas afloraban en sus ojos. El ser le abrazo y sus pequeñas manitos terminadas en garras se clavaron en sus muslos, el fuego fluyo, del hijo al padre hasta que sus pieles se fundieron en una y quedaron finalmente unidos, el aroma putrefacto fue remplazado por el olor de carne asada. Dos gritos, extrañamente iguales, se elevaron en medio del crepitar de las llamas.
Salio de su ensoñacion lentamente, como si estuviera nadando en miel, sentia sabor a sangre en la boca, escupio y comprobo que, en efecto, se habia mordido la lengua en algun momento, ni recordaba haber sentido dolor. Siguió subiendo las escaleras como si nada hubiese pasado.
Su departamento se encontraba en el quinto piso del edificio, termino de subir las escaleras y salio al pasillo, dejo atrás seis puertas con sendos numeros dorados en medio de ellas y doblo a la izquierda, el suyo era el ultimo en ese piso. Saco las llaves, unidas a un pequeño llavero de imitación de cuero con las letras LC bordadas en rojo, se quedo mirando las letras pensando que nunca antes las habia visto, esto era verdad hasta cierto punto, si las habia visto antes, solo que no se acordaba. Se dijo a si mismo que a lo mejor aquellas letras fueran sus iniciales, podrian haberlo sido ¿Quién lo sabia? Desde luego que el no. Dejo de meditar en asuntos sin importancia, la cabeza le zumbaba y sentia los ojos hinchados, el mundo se veia extraño, ajeno a el, como si lo estuviese viendo a traves de la televisión. Introdujo las llaves en la cerradura y abrio la puerta. Su esposa no estaba. Quizas se ha ido, penso sin demasiada esperanza. Cruzo el comedor y entro en la cocina, se sirvio un poco de jugo de naranja y enfilo hacia su habitación, queria tomar una siesta, estaba cansado y los parpados se le cerraban solos. Su cabeza no habia tocado aun la almohada y ya estaba durmiendo.
Cuando volvio en si, el sol se estaban ocultando detrás de los altos edificios, calculo que habia dormido una o dos horas. Los delirios volvian y amenazaban con llevarselo , cuando desperto creyo estar rodeado de todos sus ex compañeros del colegio, junto a todos los amigos de su adolescencia, sus novias y amantes, se sentia bien, estaba entre amigos y gente que le queria. Trato de hablar con ellos, pero siempre que lo hacia, los personajes se volvian y le daban la espalda, sus bocas abiertas estupidamente y sus caras transformadas por el miedo, no paso mucho tiempo hasta que el mismo comenzara a sentirlo. Un viento helado parecia circular por la habitación, a pesar de que las ventanas estaban completamente cerradas. Una respiración profunda parecio salir de debajo de la cama, el sonido que un pecho cargado de flema haria. Con la certeza absoluta que solo los mentalmente insanos poseen, supo que era su hijo el que estaba bajo la cama, esta ves no se paralizo, el recuerdo de las llamas acariciando su piel y aquellas zarpas hundiéndose en su carne fueron suficientes para poner sus piernas en movimiento, cruzo la habitación y salio al estrecho pasillo, la indecisión lo asalto cuando no supo que elegir ¿Debia quedarse, tomar el cuchillo mas grande que tuviera y tratar de matar a esa cosa? ¿O debia correr hacia la puerta, huir? Ya se encaminaba hacia la cocina cuando la certeza de que aquella cosa no podia morir le asalto, su hijo habia nacido muerto, embolsado y etiquetado hacia mucho tiempo, ¿que podia hacer contra semejante criatura? Nada. Cambio su rumbo y corrio hacia la puerta de entrada, justo cuando estaba a un metro, esta se abrio. No pudo frenar a tiempo, de modo que golpeo con la cadera contra el canto de la puerta, reboto y cayo sobre una mesita, que cedio bajo su peso y se partio a la mitad. Se quedo alli, resollando y gimiendo. Su esposa le miraba desde el umbral de la puerta, su mirada era vacua y completamente desprovista de interes.
-¿Qué ocurre, para donde vas tan apurado?-su voz dejaba traspasar un dejo de irritacion infantil, no entendia porque, ya que era él el que yacia en el piso con una pata de la mesa incómodamente clavada en la espalda. La ira que sintio ante su estupidez le hizo olvidar momentáneamente el peligro en el que se encontraban.
Se levanto, con la pata de la mesa todavía aferrada en su mano. La queria, y mucho. Pero a veces era tan tonta que la rabia superaba con creces al cariño.
-¿Donde mierda andabas?-la zarandeo violentamente, hasta que amargas lagrimas saltaron de sus ojos-¿Qué demonios pretendes? ¿Matarme de un puto golpe en la cabeza, estupida?
-Lo siento, cariño-la mujer rehuia su mirada y esto no hacia mas que acrecentar su ira-. Tu sabes que soy olvidadiza… y no me doy cuenta. Lo siento.
-Calla….-frio, mucho frio, la temperatura de la habitación parecio bajar diez grados. Su aliento se condensaba en densas nubes de vapor. Se habia olvidado de la razon por la cual habia estado corriendo, por la cual habia chocado tan estupidamente contra la puerta. Ya no habia tiempo para escapar, acaso unos segundos para llegar a la cocina y…
-¿Qué sucede, cariño?-habia dejado de llorar y le miraba con curiosidad. Sabia que su esposo era una persona peculiar, en el mejor de los casos, pero su mente no podia calcular el peligro que una persona potencialmente sicotica podia representar, para ella solo era diferente, al igual que ella. Pero mientras que la estupidez aun permite distinguir la realidad, la locura la mezcla con la fantasia, a veces buenas fantasias y otras, muy malas.
El hombre corrio hacia la cocina, esperando sentir garras clavadas en su carne en cualquier momento, abrio la puerta y llego a la alacena, saco el cuchillo carnicero mas grande que encontro y se dio la vuelta, creyendo que solo alcanzaria a levantarlo estupidamente antes de morir. La cocina estaba vacia. Respiro aliviado.
Avanzo hacia la puerta, cuchillo en mano. Rodeo el pomo con su mano sudorosa, inspiro hondo tratando de envalentonarse, mantuvo el aire, luego lo solto mientras abria la puerta bruscamente.
Su esposa seguia de pie en el umbral de la puerta, lucia un vestido con flores rosadas estampadas, y tan solo a un metro de donde ella se encontraba, el pequeño demonio avanzaba hacia ella, su hocico de piraña abierto y chorreante, otra vez con aquellos bracitos delgados extendidos como esperando un abrazo. Su esposa no parecia verlo, solo tenia ojos para su hombre, de pie en la cocina con un enorme cuchillo y el rostro febril y enloquecido. La criatura avanzo hasta esconderse bajo su vestido, sentado entre las delgadas piernas de su madre, sonrio a su padre, dejando al descubierto sus minusculos y afilados dientecitos, a continuación, se puso de pie y comenzo a escalar, clavando sus garras en la carne de su esposa. Horrorizado, vio como su hijo volvia al vientre de su madre por donde mismo habia salido la primera vez, desgarro la ropa interior de su madre y se zambullo en la calidez de su vientre.
La mujer cayo al piso, presa de violentas convulsiones, mientras la sangre corria y corria por sus piernas empapando su vestido, cuando cayo al suelo, alcanzo a ver como los muslos de su esposa terminaban en una masa sanguinolenta de la cual asomaban dos patitas que se movian sin cesar. Su rostro se transformo, sus pupilas se volvieron amarillas y comenzaron a expandirse hasta convertir a todo el ojo, sus piel se volvio grisacea, surcada por numerosas venas de color morado y en su boca comenzaron a crecer dientes, diminutos dientecitos de piraña.
Delirante y muerto de miedo se acerco a lo que alguna vez habia sido su esposa, las convulsiones habian cesado y ella yacia tirada en medio del comedor, con aquella respiración grave que tanto se parecia a la que su bebe habia proferido hacia tanto tiempo, encerrado en una incubadora, al borde de la muerte. Ellos encerrados en el hospital, dia tras dia, escuchando aquella respiración, hasta que creyo que no podria reprimir los gritos cuando la escuchara otra vez.
Y ahora su hijo volvia a estar al borde de la muerte, en el cuerpo de su madre, respirando trabajosamente. Pero no importaba, ya sabia lo que tenia que hacer, lo que tendria que haber hecho hace mucho, en lugar de esperar en el hospital, sabiendo que moriria, pero retrasando lo inevitable, ¿por qué? Debilidad, simple debilidad, ahora lo sabia. Se arrodillo frente a su esposa y tomo el cuchillo con las dos manos, justo cuando apoyo la punta de la hoja en su pecho, los ojos de esta se abrieron, le observaron con aterradora seriedad y luego aquella boca llena de dientes se abrio para emitir un risa cascada. Ejercio fuerza, el cuchillo traspaso el esternon como si este estuviera hecho de mantequilla, corto tejido y rompio hueso para llegar a alojarse finalmente en la columna. La mujer rasguño y pataleo hasta que la vida se le escapo por el boquete que le habian practicado en el pecho.
Se sento trabajosamente a su lado, las lagrimas bañaban su rostro enloquecido. Escucho puertas abrirse y pasos apresurados que se acercaban.
-¿Qué su…? Oh, Dios-creia reconocer vagamente esta voz, a lo mejor la voz de un vecino con el que alguna ves hubiese intercambiado algunas palabras, no lo sabia, ni importaba. Solo tenia ojos para su mujer.
El ruido del buen vecino ahora huyendo de la escena del crimen.
Habia hecho lo correcto, lo que cualquier pa…
Pero ¿De que estaba hablando? Su hijo estaba muerto, hacia mucho tiempo que era pasto para los gusanos. Entonces ¿Qué habia pasado aquí? ¿Por qué? No. No podia darse el gusto de dudar ahora, tenia buenas razones para hacerlo, era lo unico… pero ¿lo era? Le dedico otra mirada a su muerta esposa y su mundo parecio derrumbarse a su alrededor. No habia sangre en sus piernas, subio un poco su vestido para descubrir sus simples bragas blancas impecables, nada rasgado, sin sangre ni nada.
Su mente conciente lucho para salir a flote, sepultada bajo numerosas capas de locura pegajosa. El horror por lo que habia hecho colapso su mente y solo pudo pensar una cosa: “la he matado, la he matado, la he matado, la he matado….”
Se levanto, tropezo y cayo de bruces, el cuchillo se enterro en su muslo, pero apenas lo noto, se volvio a levantar y huyo, dejando un reguero de sangre detrás suyo.
No sabia cuanto tiempo habia pasado, de lo unico que estaba seguro es que ya no habia suficiente sangre en su cuerpo, asi que la herida en su muslo ya casi ni sangraba. Cayo y se golpeo la cabeza contra el pavimento, se arrastro trabajosamente mientras el mundo daba vueltas a su alrededor, después solo pudo quedarse tirado alli.
No fue hasta el otro dia que un chico de unos diez años encontro su cuerpo. Se encontraba tirado en medio de la calleja, una leve expresión de asombro decoraba sus facciones. Su rostro parecia arañado y mordisqueado. Mordisqueado por diminutos y afilados dientes.
miércoles, 20 de febrero de 2008
A mi alrededor, solo luz. Un mundo hecho de luz, arboles y animales brillando cada uno con su propio resplandor interno, una luz que parece estar viva se agita en sus interiores, tan brillante que amenaza con difuminar las figuras, deteriorarlas, romper todo orden, o al menos eso me parece al principio. Después de admirarlas durante un rato, me doy cuenta de su perfección, la luz no borra, no deteriora. Al contrario, realza cada figura, los contornos suavemente delineados por una mano de artista, una luz grisácea adorna el pelaje de lo que parecen ser lobos o perros, diferentes matices de verdes se arremolinan en los follajes de los arboles, el cielo de un azul que parece quemar mis ojos, salpicado de enormes bolas de intensa luz blanca. A mi alrededor un prado verde salpicado aquí y alla por manchas rojas, su belleza es intoxicante, satura mis sentidos, veo luz, huelo luz, escucho luz y siento su sabor en mi boca. Increíble que en mi lecho de muerte es donde por fin veo toda la belleza a mi alrededor, no se que es lo que sucedió, no siento dolor ni incomodidad, todo es alegria, alegria alegria. Pero lo se, lo siento en mi ser, mi tiempo aquí se acaba y si esto es morir, es mucho mejor que la mayor parte de mi vida.
Poco a poco, la luz empieza a disminuir en intensidad, y veo la realidad, la hierba y los arboles no son verdes y vigorosos, sino que grises y enclenques, asfixiados por la contaminación urbana, el cielo plomizo gira en torno a mi cabeza, y ahora solo siento como la vida se me escapa por entre los dedos. El mundo se oscurece y ya no creo las historias del cielo para las buenas personas. El cielo es para maricas, todos vamos al infierno, cariño. No hay ningún anciano benevolente alli afuera, solo el tipo vestido de rojo, esperando, tridente en mano, para pincharnos en el culo. Digan aleluya.
Ahora todo es oscuridad a mi alrededor, la materia de la que esta construido el universo es oscuridad, me ahogo en ella, llena cada poro de mi ser. Se pega a mi y no deja que me mueva, tiemblo ante su contacto frio y repulsivo, me fundo con ella, y ya no existe nada, ni luz, ni amor, ni pena, ni llanto. Soy solo un cascaron de lo que antes solia ser, frio y muerto, me desintegro en la nada.
Pero, no. Las sensaciones vuelven a mi, recuerdo la risa y el amor. Mis ataduras se agitan ante esta nueva fuente de vida y terminan por soltarme. Un nuevo foco de luz se advierte en la lejania y a cada segundo que pasa se hace mas grande. Una figura, mas brillante que cualquier otra cosa que hubiese visto en mi vida, una mujer. Sus ojos verdes relampaguean con la fuerza de mil soles, su cabello brilla como el fuego y, de algun modo, la conozco, se quien es ella.
-Ven conmigo-su voz es melodiosa, la oscuridad huye despavorida ante su sonido, un sonido que parece retumbar en el mundo y sacudir hasta los mismos cimientos del universo.
Tomo su mano y se que nada saldra mal. Con ella no hay temor, ni miedo, se quien es, recuerdo el tacto de sus caricias y el sabor de sus besos, se que la amo, pero no puedo recordar su nombre. Me acerco a ella y la beso. La energia fluye y me siento tan lleno de ella que pienso que explotare. Todo es luz y todo esta bien porque estoy con ella.
-Abre los ojos.
-¿Estoy…?
-No, cariño, no lo estas-apoya su mano en mi frente, tan fresca y cariñosa como siempre-. Estas bien, y estas conmigo.
Poco a poco, la luz empieza a disminuir en intensidad, y veo la realidad, la hierba y los arboles no son verdes y vigorosos, sino que grises y enclenques, asfixiados por la contaminación urbana, el cielo plomizo gira en torno a mi cabeza, y ahora solo siento como la vida se me escapa por entre los dedos. El mundo se oscurece y ya no creo las historias del cielo para las buenas personas. El cielo es para maricas, todos vamos al infierno, cariño. No hay ningún anciano benevolente alli afuera, solo el tipo vestido de rojo, esperando, tridente en mano, para pincharnos en el culo. Digan aleluya.
Ahora todo es oscuridad a mi alrededor, la materia de la que esta construido el universo es oscuridad, me ahogo en ella, llena cada poro de mi ser. Se pega a mi y no deja que me mueva, tiemblo ante su contacto frio y repulsivo, me fundo con ella, y ya no existe nada, ni luz, ni amor, ni pena, ni llanto. Soy solo un cascaron de lo que antes solia ser, frio y muerto, me desintegro en la nada.
Pero, no. Las sensaciones vuelven a mi, recuerdo la risa y el amor. Mis ataduras se agitan ante esta nueva fuente de vida y terminan por soltarme. Un nuevo foco de luz se advierte en la lejania y a cada segundo que pasa se hace mas grande. Una figura, mas brillante que cualquier otra cosa que hubiese visto en mi vida, una mujer. Sus ojos verdes relampaguean con la fuerza de mil soles, su cabello brilla como el fuego y, de algun modo, la conozco, se quien es ella.
-Ven conmigo-su voz es melodiosa, la oscuridad huye despavorida ante su sonido, un sonido que parece retumbar en el mundo y sacudir hasta los mismos cimientos del universo.
Tomo su mano y se que nada saldra mal. Con ella no hay temor, ni miedo, se quien es, recuerdo el tacto de sus caricias y el sabor de sus besos, se que la amo, pero no puedo recordar su nombre. Me acerco a ella y la beso. La energia fluye y me siento tan lleno de ella que pienso que explotare. Todo es luz y todo esta bien porque estoy con ella.
-Abre los ojos.
-¿Estoy…?
-No, cariño, no lo estas-apoya su mano en mi frente, tan fresca y cariñosa como siempre-. Estas bien, y estas conmigo.
Su nombre era Tom
Caminaba a ciegas por una oscura calleja, la luna, oculta entre los densos nubarrones solo dejaba ver su cara sonriente de cuando en cuando, por ello avanzaba a trompicones, tanteando la pared de las casas para no caer. El frió de la noche invernal le calaba hasta los huesos, su aliento, escapando por su boca en densas vaharadas. Ya le dolía el costado de tanto caminar dando tumbos en la negra noche y su corazón palpitaba desbocado en su pecho.
Sus pasos resonaban en la oscuridad, las calles vacías, desprovistas de vida, nadie que pudiera ayudarle.
Todo había empezado hacia unas 3 horas. Salía del trabajo a las 7, trabajo normal, vida normal, hombre normal. 39 años, casado, 2 hijas. Se subió a su destartalado volvo color crema y, relajado, condujo hasta su casa, en las afueras de la ciudad. Su casa era una modesta construcción estilo cape code producto de un plan de urbanización que la ciudad había puesto en marcha hacia un par de años. No era una mansión, pero era suficiente para los cuatro. Se bajo del auto y al momento, sintió que algo iba mal, las luces estaban apagadas y las cortinas cerradas, su esposa jamás cerraba las cortinas porque le gustaba echar una mirada de cuando en cuando mientras las chicas jugaran en el jardín. Todos sus sensores y alarmas internas se dispararon. No fue hasta que llego a un par de metros de la puerta de entrada cuando supo que algo iba mal. La puerta estaba abierta, no entreabierta, sino que abierta de par en par.
Y dentro, el mayor caos que había visto en aquella pequeña casa durante todos esos años: vidrios quebrados, una mesita a la cual le faltaba una pata, una lámpara en el suelo, una mancha marrón (por favor, no) en la alfombra. Se acerco sigilosamente, aunque sabiendo que ya era demasiado tarde, cualquiera que hubiese estado a un par de cuadras de distancia habría escuchado el chirrido de su auto al estacionarse y a los Creedence cantando a todo volumen por la radio del auto. Reuniendo valor, paseo la mirada por el destrozado hogar, pero no pudo ver a nadie, aguzo el oído pero no pudo escuchar nada, solo el aullido del viento y los lejanos ladridos de un perro callejero. Con vacilantes pasos, entro en su casa. La habitación que estaba mas cerca de la puerta de entrada era la cocina, entro en ella con la esperanza de encontrar alguna cosa con lo que defenderse si la cosa llegaba a esos extremos. Sin importar que hubiese esperado encontrar dentro de la casa, nada pudo haberlo preparado para lo que vio allí. La cocina estaba destrozada, los cajones estaban en el piso, todos los utensilios regados a los cuatro vientos, las vajillas más preciadas de su esposa, rotas en mil pedazos. Y sobre el fregadero, lo vio. Había visto sangre muchas veces en su vida, pero nunca en tal cantidad, estaba en todas partes, salpicando el suelo y la pared, hasta el techo, del cual caían gruesos goterones coagulados. Y en medio de todo lo rojo, un dedo cercenado yacía como olvidado, y cubriéndolo, una banda de oro con un pequeño diamante incrustado. No necesitó sacarlo para saber que en el interior de aquel anillo estaban las palabras: “Con Amor. Para Siempre, Tom”
Todo su mundo se derrumbo a su alrededor, las lagrimas se agolparon en sus ojos y finalmente se desbordaron.
Solo un pensamiento evito que su mente colapsara: “por favor, las niñas no”
Se levanto (“¿cuándo me caí?”), agarró el cuchillo más grande que encontró y salió de la cocina. Miles de recuerdos se agolparon en su cabeza, algunos felices y otros tristes, pero todos dolorosos, los sentimientos amenazaban con desbordarse, pero debía mantenerlos a raya por ahora, las niñas eran ahora lo importante. Llego a la sala de estar y allí, se encontró cara a cara con el asesino de su esposa. Sentado en uno los mullidos sillones que había comprado hacia poco, había un hombre vestido con una sencilla camisa a cuadros roja y negra y unos vaqueros, se encontraba cómodamente sentado, dejando descansar los pies enfundados en polvorientas botas en una mesita cercana. Sobre su camisa ostentaba numerosas chapas: el símbolo de la paz, una cara sonriente, todas en su lado derecho, la única que decoraba el izquierdo era un dibujo de un ojo negro sobre un fondo blanco. Se quedo hipnotizado por esta última, sintió que ya lo había visto, en algún tiempo olvidado. Millones de imágenes desfilaron por su cabeza, vio un vasto desierto salpicado aquí y allá por enormes piedras negras, el sol implacable brillaba en el cielo, y en el fondo de toda la imagen, una torre se alzaba solitaria, su oscura silueta se recortaba en el azul del cielo. La imagen se desvaneció. Vio a un hombre en una habitación llena de sangre y mugre en las paredes, el tipo se encontraba vendado y yacía en posición fetal en medio de la habitación. Se desvaneció. Una esfera con la cara de un grotesco demonio en el centro (“La luna del demonio”, pensó de forma incoherente). Así mismo, pensamientos extraños (“Es el Ojo, el Ojo del Rey”) cruzaron su mente (“Pero esta mal, debería ser rojo”). Un par de segundos de pensamientos (“Su nombre es Flagg”) e imágenes inconexas y el torrente de información seso de manera abrupta.
Miro a los ojos de aquel hombre, y lo único que pudo ver en ellos fue vacío.
Supo que su esposa no solo estaba muerta, sino que había sido mutilada y sus hijas… oh, sus pobres chicas…
“Tus hijas son pasto para las lombrices, mi querido amigo” el hombre rió, y sus afilados dientes quedaron a la vista, pequeñas manchas rojas brillaban entre ellos. “Y tu sigues”
Todo fue muy rápido, el hombre se levanto como impulsado por un resorte, extendiendo sus palmas sin líneas hacia su cara, Tom retrocedió y tropezó con una silla derribada, cayo de espaldas justo cuando el hombre (¡¡Flagg, su nombre es Flagg!!) se abalanzaba sobre él. Tom trato de luchar pero el hombre era muy fuerte, implacable, sus manos de fuertes y largos dedos estaban ahora apretando su cuello e impidiendo el preciado flujo de aire.
Fue cuando ya estaba a medio camino de la inconciencia cuando se acordó del cuchillo, para su suerte, no había caído muy lejos, lo encontró a un par de centímetros a su izquierda. Extendió la mano para lo tomarlo, pero solo pudo arañar el mango con sus dedos. Mientras tanto, el hombre aumentaba la presión en su cuello. No fue hasta que su campo de visión se empezó a tornar negro cuando lo pudo tomar. La hoja brillo, asesina en el aire y se hundió hasta el mango en el cuello del hombre, un fino hilillo de sangre corrió por el mango y cayo en la mano de Tom, con horror descubrió que ínfimos gusanos pululaban en ella. Empujo con fuerza al hombre, se levanto como pudo, horrorizado y asqueado, y huyo...
Tres horas mas tarde, seguía huyendo, no pudo llevarse su auto puesto que las llaves se habían caído en el forcejeo, así que corrió como alma que lleva el diablo. Pensó en pedir ayuda, pero el mundo parecía haberse vaciado de vida, ningún auto en las calles, ni luz en las ventanas de las casas, golpeó un par de puertas, pero nadie respondió. Era como si la gente supiera que había un condenado a muerte corriendo por las oscuras calles, y nadie quisiera tener nada que ver con él. Así que siguió corriendo, a medida que la noche se volvía más oscura y fría, supo que no viviría para ver el amanecer.
No sabia como lo sabia, pero estaba seguro de que el hombre (Flagg) no estaba muerto, de que aquel ser no podía morir, recordó sus dientas afilados y sus manos sin líneas, los gusanos retorciéndose en su sangre y se arrepintió de haberlo herido.
Corrió y corrió por los callejones oscuros y de pronto, el mundo pareció iluminarse, no con la típica luz de la luna, este era un resplandor rosado y enfermizo, que en lugar de iluminar las cosas, parecía difuminarlas. Se detuvo, miro al cielo y se quedo con la boca abierta del asombro y el miedo. Las nubes se habían abierto para dejar pasar la luz de la luna, el orbe parecía más grande de lo normal, pero eso no era nada, el sonriente y grotesco demonio encerrado en ella era lo que ponía los pelos de punta. El demonio le guiñaba el ojo desde los cielos y parecía divertirse con su situación (“Es la luna, la Luna del Demonio, Oh Dios…”)
“Tu Dios no tiene nada que ver en mis asuntos, humano” Flagg se materializo en las sombras de una casa cercana, sonriente como la luna, ni rastro de la herida en su cuello “Él se lava las manos cuando se trata de mi y de mi Amo”
Tuvo miedo, el mayor miedo que había experimentado en su vida, pero no experimento asombro, de alguna forma sabia que aquel ser seria lo último que vería en este mundo.
Se planteo la opción de seguir huyendo…
“No servirá de nada, Tom” el maldito parecía estar pasándola de maravilla, sonreía de oreja a oreja, y en sus ojos brillaba la hilaridad “No puedes huir de mi, yo estoy en todas partes. Y adonde yo no llego, mis amigos lo hacen”
Tom observo la figura con desesperación, sus ojos azules brillaban con un regocijo demasiado desenfrenado como para ser cuerdo. Flagg se acerco a Tom, con la cara seria, aunque debajo de ella, Tom pudo ver la risa acechando justo debajo de la superficie.
“Me hiciste daño hace un rato, querido. Y ahora, pagaras” el hombre ya estaba a solo un par de metros de distancia, Tom estaba petrificado, por sus mejillas corrían regueros de lagrimas que dejaban surcos blancos en la mugre que las cubría. Como un conejo que se queda inmóvil cuando le apuntan con un foco, Tom no se podría haber movido aunque hubiese querido. Flagg acerco su mano desprovista de líneas para acariciar su mejilla, Tom trato de retroceder y gritar. No pudo hacer ninguna de las dos cosas. Al contacto con aquella mano, una poderosa descarga de dolor recorrió su cuerpo como electricidad, sus cabellos se erizaron, su mandíbula se cerró con la fuerza suficiente como para quebrarle 2 dientes, el sabor metálico de la sangre inundo su boca, cayo al suelo presa de fuertes convulsiones. Cuando pudo por fin abrir los ojos, Flagg se encontraba acuclillado a su lado, como un padre considerado observando a un chiquillo que se hubiese caído El maldito volvía a sonreír.
“Ahora es tu turno de morir amigo. Piénsalo como un regalo, si vives, lo mas probable es que tengas que recoger a tu esposa e hijas con una espátula” Flagg echo la cabeza hacia atrás y rió de buena gana, y cuando volvió a mirarlo, sus ojos brillaban con un fuego interno.
Flagg volvió a extender la mano hacia su rostro, y un dolor infinitamente más grande estalló en su cabeza y se expandió por su cuerpo, al cabo de una par de segundos, todas las luces en su cerebro se apagaron y Tom dejó de existir.
Caminaba a ciegas por una oscura calleja, la luna, oculta entre los densos nubarrones solo dejaba ver su cara sonriente de cuando en cuando, por ello avanzaba a trompicones, tanteando la pared de las casas para no caer. El frió de la noche invernal le calaba hasta los huesos, su aliento, escapando por su boca en densas vaharadas. Ya le dolía el costado de tanto caminar dando tumbos en la negra noche y su corazón palpitaba desbocado en su pecho.
Sus pasos resonaban en la oscuridad, las calles vacías, desprovistas de vida, nadie que pudiera ayudarle.
Todo había empezado hacia unas 3 horas. Salía del trabajo a las 7, trabajo normal, vida normal, hombre normal. 39 años, casado, 2 hijas. Se subió a su destartalado volvo color crema y, relajado, condujo hasta su casa, en las afueras de la ciudad. Su casa era una modesta construcción estilo cape code producto de un plan de urbanización que la ciudad había puesto en marcha hacia un par de años. No era una mansión, pero era suficiente para los cuatro. Se bajo del auto y al momento, sintió que algo iba mal, las luces estaban apagadas y las cortinas cerradas, su esposa jamás cerraba las cortinas porque le gustaba echar una mirada de cuando en cuando mientras las chicas jugaran en el jardín. Todos sus sensores y alarmas internas se dispararon. No fue hasta que llego a un par de metros de la puerta de entrada cuando supo que algo iba mal. La puerta estaba abierta, no entreabierta, sino que abierta de par en par.
Y dentro, el mayor caos que había visto en aquella pequeña casa durante todos esos años: vidrios quebrados, una mesita a la cual le faltaba una pata, una lámpara en el suelo, una mancha marrón (por favor, no) en la alfombra. Se acerco sigilosamente, aunque sabiendo que ya era demasiado tarde, cualquiera que hubiese estado a un par de cuadras de distancia habría escuchado el chirrido de su auto al estacionarse y a los Creedence cantando a todo volumen por la radio del auto. Reuniendo valor, paseo la mirada por el destrozado hogar, pero no pudo ver a nadie, aguzo el oído pero no pudo escuchar nada, solo el aullido del viento y los lejanos ladridos de un perro callejero. Con vacilantes pasos, entro en su casa. La habitación que estaba mas cerca de la puerta de entrada era la cocina, entro en ella con la esperanza de encontrar alguna cosa con lo que defenderse si la cosa llegaba a esos extremos. Sin importar que hubiese esperado encontrar dentro de la casa, nada pudo haberlo preparado para lo que vio allí. La cocina estaba destrozada, los cajones estaban en el piso, todos los utensilios regados a los cuatro vientos, las vajillas más preciadas de su esposa, rotas en mil pedazos. Y sobre el fregadero, lo vio. Había visto sangre muchas veces en su vida, pero nunca en tal cantidad, estaba en todas partes, salpicando el suelo y la pared, hasta el techo, del cual caían gruesos goterones coagulados. Y en medio de todo lo rojo, un dedo cercenado yacía como olvidado, y cubriéndolo, una banda de oro con un pequeño diamante incrustado. No necesitó sacarlo para saber que en el interior de aquel anillo estaban las palabras: “Con Amor. Para Siempre, Tom”
Todo su mundo se derrumbo a su alrededor, las lagrimas se agolparon en sus ojos y finalmente se desbordaron.
Solo un pensamiento evito que su mente colapsara: “por favor, las niñas no”
Se levanto (“¿cuándo me caí?”), agarró el cuchillo más grande que encontró y salió de la cocina. Miles de recuerdos se agolparon en su cabeza, algunos felices y otros tristes, pero todos dolorosos, los sentimientos amenazaban con desbordarse, pero debía mantenerlos a raya por ahora, las niñas eran ahora lo importante. Llego a la sala de estar y allí, se encontró cara a cara con el asesino de su esposa. Sentado en uno los mullidos sillones que había comprado hacia poco, había un hombre vestido con una sencilla camisa a cuadros roja y negra y unos vaqueros, se encontraba cómodamente sentado, dejando descansar los pies enfundados en polvorientas botas en una mesita cercana. Sobre su camisa ostentaba numerosas chapas: el símbolo de la paz, una cara sonriente, todas en su lado derecho, la única que decoraba el izquierdo era un dibujo de un ojo negro sobre un fondo blanco. Se quedo hipnotizado por esta última, sintió que ya lo había visto, en algún tiempo olvidado. Millones de imágenes desfilaron por su cabeza, vio un vasto desierto salpicado aquí y allá por enormes piedras negras, el sol implacable brillaba en el cielo, y en el fondo de toda la imagen, una torre se alzaba solitaria, su oscura silueta se recortaba en el azul del cielo. La imagen se desvaneció. Vio a un hombre en una habitación llena de sangre y mugre en las paredes, el tipo se encontraba vendado y yacía en posición fetal en medio de la habitación. Se desvaneció. Una esfera con la cara de un grotesco demonio en el centro (“La luna del demonio”, pensó de forma incoherente). Así mismo, pensamientos extraños (“Es el Ojo, el Ojo del Rey”) cruzaron su mente (“Pero esta mal, debería ser rojo”). Un par de segundos de pensamientos (“Su nombre es Flagg”) e imágenes inconexas y el torrente de información seso de manera abrupta.
Miro a los ojos de aquel hombre, y lo único que pudo ver en ellos fue vacío.
Supo que su esposa no solo estaba muerta, sino que había sido mutilada y sus hijas… oh, sus pobres chicas…
“Tus hijas son pasto para las lombrices, mi querido amigo” el hombre rió, y sus afilados dientes quedaron a la vista, pequeñas manchas rojas brillaban entre ellos. “Y tu sigues”
Todo fue muy rápido, el hombre se levanto como impulsado por un resorte, extendiendo sus palmas sin líneas hacia su cara, Tom retrocedió y tropezó con una silla derribada, cayo de espaldas justo cuando el hombre (¡¡Flagg, su nombre es Flagg!!) se abalanzaba sobre él. Tom trato de luchar pero el hombre era muy fuerte, implacable, sus manos de fuertes y largos dedos estaban ahora apretando su cuello e impidiendo el preciado flujo de aire.
Fue cuando ya estaba a medio camino de la inconciencia cuando se acordó del cuchillo, para su suerte, no había caído muy lejos, lo encontró a un par de centímetros a su izquierda. Extendió la mano para lo tomarlo, pero solo pudo arañar el mango con sus dedos. Mientras tanto, el hombre aumentaba la presión en su cuello. No fue hasta que su campo de visión se empezó a tornar negro cuando lo pudo tomar. La hoja brillo, asesina en el aire y se hundió hasta el mango en el cuello del hombre, un fino hilillo de sangre corrió por el mango y cayo en la mano de Tom, con horror descubrió que ínfimos gusanos pululaban en ella. Empujo con fuerza al hombre, se levanto como pudo, horrorizado y asqueado, y huyo...
Tres horas mas tarde, seguía huyendo, no pudo llevarse su auto puesto que las llaves se habían caído en el forcejeo, así que corrió como alma que lleva el diablo. Pensó en pedir ayuda, pero el mundo parecía haberse vaciado de vida, ningún auto en las calles, ni luz en las ventanas de las casas, golpeó un par de puertas, pero nadie respondió. Era como si la gente supiera que había un condenado a muerte corriendo por las oscuras calles, y nadie quisiera tener nada que ver con él. Así que siguió corriendo, a medida que la noche se volvía más oscura y fría, supo que no viviría para ver el amanecer.
No sabia como lo sabia, pero estaba seguro de que el hombre (Flagg) no estaba muerto, de que aquel ser no podía morir, recordó sus dientas afilados y sus manos sin líneas, los gusanos retorciéndose en su sangre y se arrepintió de haberlo herido.
Corrió y corrió por los callejones oscuros y de pronto, el mundo pareció iluminarse, no con la típica luz de la luna, este era un resplandor rosado y enfermizo, que en lugar de iluminar las cosas, parecía difuminarlas. Se detuvo, miro al cielo y se quedo con la boca abierta del asombro y el miedo. Las nubes se habían abierto para dejar pasar la luz de la luna, el orbe parecía más grande de lo normal, pero eso no era nada, el sonriente y grotesco demonio encerrado en ella era lo que ponía los pelos de punta. El demonio le guiñaba el ojo desde los cielos y parecía divertirse con su situación (“Es la luna, la Luna del Demonio, Oh Dios…”)
“Tu Dios no tiene nada que ver en mis asuntos, humano” Flagg se materializo en las sombras de una casa cercana, sonriente como la luna, ni rastro de la herida en su cuello “Él se lava las manos cuando se trata de mi y de mi Amo”
Tuvo miedo, el mayor miedo que había experimentado en su vida, pero no experimento asombro, de alguna forma sabia que aquel ser seria lo último que vería en este mundo.
Se planteo la opción de seguir huyendo…
“No servirá de nada, Tom” el maldito parecía estar pasándola de maravilla, sonreía de oreja a oreja, y en sus ojos brillaba la hilaridad “No puedes huir de mi, yo estoy en todas partes. Y adonde yo no llego, mis amigos lo hacen”
Tom observo la figura con desesperación, sus ojos azules brillaban con un regocijo demasiado desenfrenado como para ser cuerdo. Flagg se acerco a Tom, con la cara seria, aunque debajo de ella, Tom pudo ver la risa acechando justo debajo de la superficie.
“Me hiciste daño hace un rato, querido. Y ahora, pagaras” el hombre ya estaba a solo un par de metros de distancia, Tom estaba petrificado, por sus mejillas corrían regueros de lagrimas que dejaban surcos blancos en la mugre que las cubría. Como un conejo que se queda inmóvil cuando le apuntan con un foco, Tom no se podría haber movido aunque hubiese querido. Flagg acerco su mano desprovista de líneas para acariciar su mejilla, Tom trato de retroceder y gritar. No pudo hacer ninguna de las dos cosas. Al contacto con aquella mano, una poderosa descarga de dolor recorrió su cuerpo como electricidad, sus cabellos se erizaron, su mandíbula se cerró con la fuerza suficiente como para quebrarle 2 dientes, el sabor metálico de la sangre inundo su boca, cayo al suelo presa de fuertes convulsiones. Cuando pudo por fin abrir los ojos, Flagg se encontraba acuclillado a su lado, como un padre considerado observando a un chiquillo que se hubiese caído El maldito volvía a sonreír.
“Ahora es tu turno de morir amigo. Piénsalo como un regalo, si vives, lo mas probable es que tengas que recoger a tu esposa e hijas con una espátula” Flagg echo la cabeza hacia atrás y rió de buena gana, y cuando volvió a mirarlo, sus ojos brillaban con un fuego interno.
Flagg volvió a extender la mano hacia su rostro, y un dolor infinitamente más grande estalló en su cabeza y se expandió por su cuerpo, al cabo de una par de segundos, todas las luces en su cerebro se apagaron y Tom dejó de existir.
Abri los ojos.
Pero no habia nada mas que oscuridad y leves figuras de colores parpadeando ante mis ojos. Estaba vendado.
El dulce y metalico olor de la sangre flotaba en el ambiente. Las muñecas me ardian alli donde la cuerda habia cortado la carne. Tirado en el piso, sangrando quizas de cuantas heridas me pregunte como habia llegado hasta alli, el frio suelo en el que me encontraa apestaba a orin, sangre… y cosas mucho mas horribles en las cuales no queria ni pensar. De forma ironica me pregunte cuantos hombres se habian acostado en sus comodas camas para despertar en esta fria habitación. La habitación de la muerte. El aire enrarecido por los densos olores que habitaban alli parecia estar cargado por las suplicas y alaridos de hombres muertos hacia mucho tiempo. Asesinados, ahora sus cuerpos pudriendose en alguna zanja desconocida, sus familias preguntandose donde diablos estarian.
“Oh, mi hija” pense con horror. Y asi de facil, cedi al panico.
Trate de zafarme de las crueles amarras, pero todo fue en vano, lo unico que logre fue hacerme mas daño en mis ya maltratadas muñecas.
Llore, como un maldito bebe al que le niegan su comida, llore hasta que la garganta me ardio y la saliva paso como fuego a traves de ella, y después llore un poco mas.
La verdad es que nadie sabe de que pasta estas hecho hasta que le llega el momento final, siempre me gusto alardear de ser un tipo duro, pero ahora sabia la verdad. Solo un marica lloron y.. ups parece que me hice en los pantalones, mama. Lo siento mucho.
Trate de recobrar el aplomo. Ya estaba muerto, eso lo sabia, pero morir con dignidad, eso era algo muy distinto.
Mientras trataba de recuperarme y dejar de gimotear, lo escuche.
Pasos en la oscuridad, posiblemente botas. Se acercaban y a cada paso que daba aquel extraño homicida mi corazon latia mas deprisa, como tratando de aprovechar al maximo sus ultimos latidos, sabiendo la verdad.
El chirrido de una puerta. Ya estaba alli.
“miren quien esta despierto” Su voz, fria y de algun modo extraño, risueña. “y mira que asco estas hecho” Una risita, como ratas correteando sobre un cadáver “ Te has hecho pis”
Si crei tener miedo antes, estuve equivocado, la manera de burlarse del extraño, su voz risueña, sin embargo fria como el hielo, infundieron en mi un miedo mucho mas grande que el miedo a morir. Entendi que habia cosas que eran mucho peores que morir.
El extraño se acerco y me quito la venda de los ojos. La luz se clavo en mi ojos dejandome ciego por algunos momentos. La verdad es que no queria ver.
Abri los ojos de todos modos.
La habitación era pequeña, apenas un miserable cuadrado de 6 x 6, quizas mas. La increíble cantidad de inmundicia que cubria las paredes y el piso ayudaba a que pareciera mas pequeña. Enormes manchas marrones (¡sangre!) cubrian alli donde mirara, otras, amarillentas, que no queria ni pensar en que eran.
Entonces lo vi a el. Alto, vestido con un tipico atuendo de ranchero, camisa a cuadros y vaqueros, tocado con botas polvorientas. En su camisa ostentaba multiples chapitas: una cara sonriente, el signo de la paz, otra con las letras CK sobre un fondo morado y un extraño dibujo de un ojo negro sobre un fondo blanco.
Sus ojos eran azules, pero extraños, como desteñidos por cientos de miles de dias de sol desertico. Una sonrisa de dientes asombrosamente blancos cruzaba su cara.
Era cualquier cosa menos el monstruo que me esperaba.
El extraño se acerco y me desato, y con las cuerdas se fueron todos mis pensamientos de muerte y terror. Estaba salvado. El extraño de alguna forma me habia encontrado y me estaba rescatando.
Me tendio su mano.
Y un segundo antes de tocarlo, lo vi. La palma de su mano era lisa, completamente lisa, ninguna linea de la vida la cruzaba, nada. Mire por segunda ves a su rostro, y vi como sus ojos cambiaron del azul desteñido al naranjo del fuego, como si algo ardiera dentro de su cabeza. Asi mismo, su sonrisa cambio, sus dientes parecieron muy largos y afilados, sonrisa de caníbal.
Trate de alejarme como pude, pero el esfuerzo fue en vano, este hombre, este demonio se encontraba entre yo y mi unica salida.
El extraño sonreia cuando se acerco a mi, senti el calor que irradiaba su cuerpo, como el calor de un horno industrial, los vellos de mis brazos se chamuscaron cuando se acerco para tocarme. Un enorme cuchillo centelleo, salido de la nada, y se hundio una, dos, tres veces en mi abdomen. Lo ultimo q vi fueron aquellos ojos rojos, brillando mientras todas las luces a su alrededor se apagaban.
Pero no habia nada mas que oscuridad y leves figuras de colores parpadeando ante mis ojos. Estaba vendado.
El dulce y metalico olor de la sangre flotaba en el ambiente. Las muñecas me ardian alli donde la cuerda habia cortado la carne. Tirado en el piso, sangrando quizas de cuantas heridas me pregunte como habia llegado hasta alli, el frio suelo en el que me encontraa apestaba a orin, sangre… y cosas mucho mas horribles en las cuales no queria ni pensar. De forma ironica me pregunte cuantos hombres se habian acostado en sus comodas camas para despertar en esta fria habitación. La habitación de la muerte. El aire enrarecido por los densos olores que habitaban alli parecia estar cargado por las suplicas y alaridos de hombres muertos hacia mucho tiempo. Asesinados, ahora sus cuerpos pudriendose en alguna zanja desconocida, sus familias preguntandose donde diablos estarian.
“Oh, mi hija” pense con horror. Y asi de facil, cedi al panico.
Trate de zafarme de las crueles amarras, pero todo fue en vano, lo unico que logre fue hacerme mas daño en mis ya maltratadas muñecas.
Llore, como un maldito bebe al que le niegan su comida, llore hasta que la garganta me ardio y la saliva paso como fuego a traves de ella, y después llore un poco mas.
La verdad es que nadie sabe de que pasta estas hecho hasta que le llega el momento final, siempre me gusto alardear de ser un tipo duro, pero ahora sabia la verdad. Solo un marica lloron y.. ups parece que me hice en los pantalones, mama. Lo siento mucho.
Trate de recobrar el aplomo. Ya estaba muerto, eso lo sabia, pero morir con dignidad, eso era algo muy distinto.
Mientras trataba de recuperarme y dejar de gimotear, lo escuche.
Pasos en la oscuridad, posiblemente botas. Se acercaban y a cada paso que daba aquel extraño homicida mi corazon latia mas deprisa, como tratando de aprovechar al maximo sus ultimos latidos, sabiendo la verdad.
El chirrido de una puerta. Ya estaba alli.
“miren quien esta despierto” Su voz, fria y de algun modo extraño, risueña. “y mira que asco estas hecho” Una risita, como ratas correteando sobre un cadáver “ Te has hecho pis”
Si crei tener miedo antes, estuve equivocado, la manera de burlarse del extraño, su voz risueña, sin embargo fria como el hielo, infundieron en mi un miedo mucho mas grande que el miedo a morir. Entendi que habia cosas que eran mucho peores que morir.
El extraño se acerco y me quito la venda de los ojos. La luz se clavo en mi ojos dejandome ciego por algunos momentos. La verdad es que no queria ver.
Abri los ojos de todos modos.
La habitación era pequeña, apenas un miserable cuadrado de 6 x 6, quizas mas. La increíble cantidad de inmundicia que cubria las paredes y el piso ayudaba a que pareciera mas pequeña. Enormes manchas marrones (¡sangre!) cubrian alli donde mirara, otras, amarillentas, que no queria ni pensar en que eran.
Entonces lo vi a el. Alto, vestido con un tipico atuendo de ranchero, camisa a cuadros y vaqueros, tocado con botas polvorientas. En su camisa ostentaba multiples chapitas: una cara sonriente, el signo de la paz, otra con las letras CK sobre un fondo morado y un extraño dibujo de un ojo negro sobre un fondo blanco.
Sus ojos eran azules, pero extraños, como desteñidos por cientos de miles de dias de sol desertico. Una sonrisa de dientes asombrosamente blancos cruzaba su cara.
Era cualquier cosa menos el monstruo que me esperaba.
El extraño se acerco y me desato, y con las cuerdas se fueron todos mis pensamientos de muerte y terror. Estaba salvado. El extraño de alguna forma me habia encontrado y me estaba rescatando.
Me tendio su mano.
Y un segundo antes de tocarlo, lo vi. La palma de su mano era lisa, completamente lisa, ninguna linea de la vida la cruzaba, nada. Mire por segunda ves a su rostro, y vi como sus ojos cambiaron del azul desteñido al naranjo del fuego, como si algo ardiera dentro de su cabeza. Asi mismo, su sonrisa cambio, sus dientes parecieron muy largos y afilados, sonrisa de caníbal.
Trate de alejarme como pude, pero el esfuerzo fue en vano, este hombre, este demonio se encontraba entre yo y mi unica salida.
El extraño sonreia cuando se acerco a mi, senti el calor que irradiaba su cuerpo, como el calor de un horno industrial, los vellos de mis brazos se chamuscaron cuando se acerco para tocarme. Un enorme cuchillo centelleo, salido de la nada, y se hundio una, dos, tres veces en mi abdomen. Lo ultimo q vi fueron aquellos ojos rojos, brillando mientras todas las luces a su alrededor se apagaban.
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